Los Gnomos de la Alhambra en el Teatro Real
Se da cuenta
de que el domingo 11 de enero, darán comienzo en el Teatro Real las sesiones de
la Sociedad de Conciertos de Madrid, dirigidos por el eminente Maestro Mancinelli.
En la primera
parte del concierto, la segunda obra a interpretar será la leyenda musical de
Ruperto Chapí, Los Gnomos de la Alhambra,
que consta de tres tiempos.
Este programa,
tan nuevo y tan atractivo, ha entusiasmado a los aficionados que tienen viva curiosidad
por conocer las obras nuevas y, sobre todo
la leyenda musical de Chapí, los
Gnomos de la Alhambra, de la cual se dice que es un portento de inspiración
que ha de elevar muy alto el nombre del popular maestro, tan admirado y querido
en toda España.
En nuestro
número de mañana publicaremos un extenso artículo del señor Peña y Goñi. .
Nuestro compañero relata en este trabajo la historia de la nueva composición de
Chapí, acompañada de anécdotas y de un fragmento de una carta del maestro y
multitud de detalles que llamarán mucho la atención.
Hace después
el señor Peña y Goñi la crítica de los
Gnomos de la Alhambra, recordando los versos de Zorrilla en que Chapí se ha
inspirado, acompañado de comentarios destinados a facilitar la comprensión de
la obra, cuyas bellezas saboreará pasado mañana el público madrileño.
La Correspondencia de
España, 10-01-1891
Los Gnomos de la
Alhambra, leyenda musical de Ruperto Chapí
La Sociedad de
Conciertos de Madrid, a cuya dirección
ha sido por aclamación el maestro Mancinelli, inaugurará mañana sus artísticas
sesiones en el teatro Real.
Y las
inaugurará dignamente, dando al público madrileño la primicia de una obra
importante, firmada por Ruperto Chapí y
que lleva por título Los Gnomos de la
Alhambra.
Es la primera
vez que el autor de la Tempestad y de La Bruja compone un poema sinfónico,
lanzándose al campo de la sinfonía moderna, de la música abstracta, de la
música pura que cultivan hoy Brahms y Goldmark en Alemania; Saint-Saens,
Massenet y leo Desfbes en Francia; Rubinstein y Tchaikowsky en Rusia y Luis
Mancinelli en Italia.
La Fantasía Morisca de Chapí, compuesta
primero para banda militar y arreglada después para orquesta, es obra preciosa
de juventud, reflejo de un poeta musical de primer orden.
Los Gnomos de la Alhambra es composición
de mayores vuelos, obra de un maestro en la completa madurez, en la plena
posesión de sus facultades y de su talento.
Tiene curiosa
historia que interesará seguramente a los innumerables devotos del maestro, y
yo voy a contarla aquí, antes de dar una idea anticipada de cómo es el poema
sinfónico y de las bellezas que encierra esta obra sobresaliente del gran
compositor.
Cuando en la
primavera de 1889 se acordó el programa de las fiestas que habrían de
celebrarse en Granada para la coronación de Zorrilla, figuró en él la ejecución
de una obra musical inspirada en el poema fantástico del célebre poeta: Los Gnomos de la Alhambra, primera parte
del tema titulado Gnomos y Mujeres.
El poema
musical sería el premiado en público concurso, para lo cual se llevan a cabo
las acciones debidas, consignándose un premio de 5.000 pesetas para el autor de
la obra premiada y su ejecución por la Sociedad de Conciertos de Madrid, que
dirigía entonces don Tomás Bretón y que había sido contratada para darle más
realce a las fiestas.
Chapí, agobiado
de trabajo, como lo está siempre, y en vísperas de marcharse con Ramos Carrión
a Barcelona, en cuyo teatro del Tívoli iba a ponerse en escena la Bruja, que no se había cantado aún en
la capital del principado.
Leyó el
anuncio del certamen y no pensó en concurrir; pero Arrieta que admira sin
reservas a Chapí porque conoce a fondo su naturaleza artística, vio enseguida
que el asunto impuesto a los compositores en el concurso de Granada, convenía
perfectamente al temperamento del maestro y lo animó para que se presentase.
Chapí escuchó
las razones en que se fundaba Arrieta; dio las suyas, que le aconsejaban no
concurrir al certamen, discutió con don Emilio y para no desengañarle
completamente, díjole que lo pensaría con calma, y que quizás se decidiría a
trabajar.
Pero en el
fondo de no tardó de desistir de tal idea, y acabó por marcharse con Ramos a
Barcelona, sin dejar a Arrieta definitiva contestación.
Arrieta no
cejó. Escribió y hasta telegrafió a Chapí, insistiendo tenazmente en sus
propósitos, y encontró, por fin, en Barcelona el auxiliar que había de hacerse
dueño del reborde y decidirle a escribir el poema sinfónico que los aficionados
admirarán mañana en el Teatro Real.
Este auxiliar
precioso fue Miguel Ramos Carrión. Estrenada La Bruja en Barcelona con brillantísimo éxito y cuando poeta y
músico veían aclamada su obra aclamada cuantas noches se ponía en escena, y
encontrándose, por lo tanto, libres de las crueles emociones del estreno,
comenzó Ramos Carrión a hablar a Chapí de Los
gnomos de la Alhambra.
¿Por qué no te
presentas con concurso? Cinco mil pesetas no es cantidad despreciable y tú
puedes escribir una obra preciosa que llame la atención. Anímate y trabaja.
Chapí dio una
razón poderosísima: el tiempo. Corría la primera quincena de mayo; la plaza
para la admisión de obras cumplía el 20 de dicho mes.
--¿Cómo voy a
componer en tan pocos días una obra importante, un poema en tres tiempos? No
puede ser, estudiar el poema de Zorrilla, hacer el plan, escribir la partitura,
instrumentarla…Imposible, imposible, no insistas.
Ramos
insistió, insistió un día y otro y otro, hasta que al fin arrancó a Chapí,
vencido por las cariñosas súplicas del poeta esta declaración.
--Voy a
probar.
Y cogiendo el
tema de Zorrilla Gnomos y mujeres, se
encerró en su habitación.
El resultado
de la encerrona nos lo va a contar el mismo maestro, de quién recibí carta
fechada a 18 de mayo en Barcelona, carta deliciosa de la cual tengo que suprimir, por razones de
prudencia, los párrafos más sabrosos y que revela la alegría y la noble
satisfacción del artista que ha cumplido con su deber.
He aquí la
parte del escrito de Chapí que se refiere a la composición de Los gnomos de la Alhambra.
“Ayer a las seis puse…un garabatillo al final de unas cincuenta y dos
hojas de partitura hechas con febril actividad en seis días escasos (si es
usted jurado no tenga en cuenta esta confidencia) y media hora después iba
camino de Granada. Llegará pues, con un día de propia, pues el 19 es la víspera
del 20 y el 20 que es el que sigue al 19, según mis cálculos, pues los del X
tal vez fueron otros…Y basta de tonterías, pues digo que la obrilla llegará a
tiempo.
Como he trabajado y que susto de que a última hora fuera todo inútil
por falta de unos minutos. Figúrese usted que me llevé instrumentando la partitura, la única
partitura, la que he mandado a Granada, veintiuna hora sin moverme de la mesa,
desde las nueve de la noche de anteayer hasta las seis de la tarde de ayer, sin
tomar más que un chocolate… ¡Horror¡ yo no tenía más que espíritu y nervios…
Titulo la obra como Zorrilla su poema: Los Gnomos de la Alhambra. Hay un lema con música y todo, pues este
–Glo-ria-a-la-Al-ham-bra- es el grito
constante en el poema de don José y esas cinco notitas andan también en la
partitura. No hay versito, ni explicaciones, ni nada más que los títulos
pegados, que son como sigue:
I.- La ronda de los gnomos
II.- El conjuro. El séquito de
Titania y Oberón
III.- La fiesta de los espíritus. La aurora
Si el jurado pide fugas y contrapuntos de sacristía, estoy excluido,
sino y las hojas andan en buenas manos. ¿Quién sabe? Sobre todo, estoy muy
contento y satisfecho por haber trabajado.
Escrito a don Emilio dándole estas noticias, pues se que, como usted,
se alegrará mucho de ellas.
Yo saldré para esa, el jueves. Le veré enseguida y hablaremos. Memorias
a todos y un abrazo de Ruperto Chapí.”
Así
dice la carta del autor de La Tempestad, carta
que ilumina con la hermosa claridad de una conciencia artística honrada y
noble, esa frase bellísima: -Sobre todo yo estoy contento y satisfecho por
haber trabajado-.
Este
grito de entusiasmo arrancado al alma del maestro por el gozo de la producción,
después de 21 horas de penosísimo trabajo, pone al descubierto la privilegiada
naturaleza artística de Ruperto Chapí y explica el atractivo que sus
composiciones ejercen sobre el público.
Por
mi parte no quiero hacer ningún otro comentario a la carta.
Cuando
Chapí puso al final de la partitura el garabatillo de su firma, Ramos lo
encontró en medio de un rimero de papel pautado y envuelta la habitación en
humo, por los numerosísimos cigarros puros que había fumado el maestro.
Comprendiendo
que hacía falta a Chapí más que el aliento del cuerpo, el descanso espiritual,
llevéselo al muelle, lo embarcó en una lancha y juntos respiraron el aire del
mar, que hizo volver al músico a la realidad de las cosas.
Cuando
Chapí se acostó al anochecer, quitose los anteojos y apagó la luz. A la una de
la madrugada entró en cuarto don Toribio Granda y vio, con sorpresa que la luz
estaba ardiendo, casi consumida.
Despertó
a Chapí y se lo encontró con los anteojos puestos. El desdichado se había
metido en la cama, convencido de que había apagado la vela y quitándose los
anteojos, cuando había verificado esas operaciones sin darse cuenta de ellas.
Tal vez fue el terrible cansancio que dominaba a todo su cuerpo, después de
seis días de tensión nerviosa continua y veintiuna horas seguidas de
instrumentación.
Al día siguiente, Ramos y Chapí empaquetaron, sellaron y lacaron a toda prisa
la partitura, la llevaron al correo y no quedaron satisfechos, sino cuando el
administrador les dio completa seguridad de que el paquete llegaría a Granada
el día señalado como último para la admisión de obras en el certamen.
Y
llegó, en efecto, la partitura, reuniose el jurado, examinó las composiciones
recibidas, meditó sobre ellas y tuvo a bien acordar y tuvo a bien acordar que
ninguna le parecía digna de las 5.000 pesetas consignadas para premio.
Chapí
se consoló fácilmente de los 1.000 duros, recogió su partitura y esperó los
acontecimientos; llegó la crisis de la Sociedad de Conciertos de Madrid, fue
nombrado director ella Luis Mancinelli., pidió a Chapí Los gnomos de la Alhambra, le encantó la obra, acogiola la Sociedad
con los brazos abiertos, la ensayó, loa juzgó admirablemente por todos
conceptos y acordó ejecutarla en el concierto de inauguración de la temporada
actual.
Con
lo cual termina la presente historia y la odisea de Los Gnomos de la Alhambra, leyenda musical de Ruperto Chapí que, rechazada por el jurado de Granada, se
presentará mañana ante el jurado de Madrid.
Aquel
estudió el cuerpo de la partitura, éste va a penetrar en el alma.
Y
yo también, si ustedes no lo llevan a mal.
El
incompleto análisis precedente de Los
Gnomos de la Alhambra, puede dar idea del plan de la composición y servir
de guía a los aficionados para la mejor inteligencia de la labor del músico.
Mi principal
propósito al escribir este artículo ha sido derramar un foco de luz sobre la
obra de Chapí.
Conozco el
poema sinfónico, lo he oído varias veces, lo he estudiado teniendo a la vista
la partitura original y sin pretender imponer mi opinión a nadie declaro que
esta leyenda musical , está improvisada en un vértigo de inspiración. Es una
obra de primer orden y admirable…
De la Fantasía morisca a los Gnomos de la Alhambra hay un paso
gigantesco, el mismo que hay de La Tempestad a La Bruja.
Chapí se
encuentra hoy en la plena y absoluta posesión de sus admirables facultades
artísticas.
Es músico y es
poeta a la vez, tiene el punto de vista seguro para percibir el lado bello de
las cosas y posee el juicio crítico, el espíritu de observación para ponerse en
contacto con la belleza ideal y exponerla en notas encantadoras…
Gloria al
autor de los Gnomos de la Alhambra. Gloria a Ruperto chapí.
Antonio
Peña y Goñi
La Correspondencia de
España, 11-01-1891
Aclaración de
conceptos referidos a la obra de Chapí Los
Gnomos de la Alhambra
Tratándose de
persona tan insigne Como el maestro Chapí, a quien si por amigo y compañero aprecio sinceramente
no menos le admiro y alabo en su calidad de artista, no cabe dudar que me es
altamente satisfactorio cuanto ceda en honra de su merecida fama. Así, pues,
leí con verdadero júbilo el trabajo que dedicó a su obra Los Gnomos de la Alhambra el
reputado crítico musical Sr. Peña y Goñi en La
Correspondencia de España, perteneciente a la noche del sábado 10 del
corriente mes, dando por cierto, desde luego, que habían de ser justificadísimos
los elogios que de la composición se anticipaban en el escrito, pues que se
referían al autor de más altos vuelos con que , en mi humilde sentir, hoy
contamos para el género teatral a que constantemente consagra sus aplaudidos
trabajos musicales, y los prodigaba un crítico cuyo ingenio y claro criterio es
a diario celebrado por el público.
Como para
formar esta opinión procuré no poner en ningún platillo de la balanza el peso
de las simpatías, ni los lazos de la' amistad con que me honran ambos señores,
no se extrañará, pues, que encontrase en el referido escrito algún concepto,
que tal vez sin ser erróneos en el fondo, pudiera por la forma de su expresión,
conducir al público a error en materia de grande trascendencia artística.
Copiando el
Sr. Peña, en su escrito, una carta del maestro Chapí, de la que confiesa
suprimir algunos párrafos, inserta el siguiente, que está relacionado con el
envío de la partitura de los Gnomos
al concurso musical de Granada: “Si el jurado pide fugas y contrapuntos de
sacristía, estoy excluido”.
No se puede
desconocer que de estas palabras del Sr. Chapí resulta algo depresivo para el
arte docente y para la manifestación del género religioso, aun contra la
intención del famoso compositor que las produjo y del popular crítico que las
patrocina; intención que con fundados motivos se debe asegurar no es la que se
desprende del párrafo mencionado.
Sin la
autoridad que ante el público representan los nombres de mis queridos
compañeros los Sres. Chapí y Peña, el dicho en cuestión solo sería un lapsus,
sin importancia, que al correr de la pluma a todos se nos escapa en el seno
privado de las confidencias y de la amistad; pero con lo que significan hoy
esos nombres en nuestra patria; con las corrientes tan en boga, por desgracia,
de que despreciando reglas y cánones escolares se puede alcanzar todo y llegar
á todas partes; y,, por último,, con el hábito funesto que se va implantando de
quitar toda importancia á las manifestaciones del arte religioso, las palabras
en cuestión, que el articulista no ha querido que figuren entre las suprimidas,
pudieran, según ya llevo indicado, servir de apoyo á la propagación de errores
trascendentales.
Conviene,
pues, aclarar conceptos, y aunque, por razones que no son del caso, yo me crea el
menos autorizado para hacerlo, como es muy probable que otros no se ocupen de
ello, intentaré verificarlo en brevísimas palabras, consignando hechos
incontrovertibles que las den aquella fuerza de que han de carecer si se
atiende solo a su procedencia.
El maestro
Chapí que tan a fondo ha estudiado el
contrapunto y la fuga, y que les da el
adecuado empleo que les corresponde aun dentro de las muchas obras teatrales
(no las de sacristía) que con aplauso no interrumpido ha producido su fecundo
ingenio, sabe perfectamente que el estudio de esas materias unidas á la
inspiración, que únicamente de Dios procede, debe la sólida reputación de que
hoy goza, y que no han alcanzado ni alcanzarán otros compositores de
imaginación rica y espontánea, y por tanto muy aplaudidos por el público, pero
cuya fama será breve precisamente por desconocer el contrapunto y la fuga.
Sabe
igualmente que la aplicación de estas materias, que forman la técnica del arte,
se ha hecho por todos los maestros antiguos y modernos, lo mismo en obras de
importancia destinadas al templo, que en las dedicadas al teatro o al salón de
conciertos; y que por consecuencia no es
admisible el término de fuga y
contrapuntos de sacristía, en un género que precisamente aparece el menos susceptible,
por punto general, de marcar la línea de lo religioso y aquello que no lo es.
Sabe asimismo que del arte músico consagrado a la Iglesia ha nacido el arte
lírico dramático (a que tantos aplausos debe el autor de La Tempestad) y después
el instrumental, géneros que son el encanto de las sociedades modernas y que
tantos goces parisinos nos proporcionan a todos.
Conoce también
que los más eminentes maestros desde remotas épocas hasta nuestros días lograron
no poca parte de la inmortalidad de su nombre merced a composiciones de
carácter religioso; y los que han compartido sus triunfos entre las del templo,
las del teatro o las del salón, o los que han hecho sus trabajos solamente para
algunos de estos lugares, emplearon las fugas y contrapuntos de… música, que
son en música loa únicos aceptados. Ahora, si para calificar de malo a un
orador sagrado, forense o parlamentario, se le quiere llamar orador de campanario,
llámese a todo mal músico (y no escasean dentro y fuera de las sacristías)
músico de campanario o de sacristía, aunque no haya compuesto ni una nota para
el templo, ni haya entrado jamás en la iglesia
a rezar un Padre Nuestro.
Así, pues, el
maestro Chapí, que teórica y prácticamente comprende la importancia que
entrañan las materias del contrapunto y la fuga…sin adjetivos; que con sus
mismas obras nos ha probado que estas materias no excluyen los rasgos de
inspiración, la cual se revela si el
compositor cuenta con ella en todos los momentos y en todos los géneros de la manifestación musical, no
ha querido seguramente decir en el párrafo que ha dado lugar á estas líneas, lo
que del mismo parece desprenderse, y que no pocas personas da más claro entendimiento
que el mío y con las que he consultado a este propósito, han entendido de igual
modo; sino que puede afirmarse sin presumir de adivino, que la intención del
escrito fue manifestar que al componer su obra los Gnomos de la Alhambra, se dejó llevar única y exclusivamente de
su ingenio, sin acariciar idea alguna preconcebida de aparecer ante el jurado
que había de examinarla como docto compositor en lucubraciones técnicas ó
escolares.
No creo
hallarme tampoco muy apartado de lo cierto si apunto la persuasión de que en
tal sentido estimó las frases, al darlas cabida en su trabajo literario, el
ilustrado crítico señor Peña y Goñi, puesto que teóricamente conoce éste, tan
bien como cualquier maestro, la entidad de las materias artísticas a que mi
compañero Chapí aludió con sus palabras. Seguro estoy de que conoce igualmente
la exactitud de los hechos que llevo consignados y la importancia del arte
músico-religioso, que por el objeto á que se destina, por su universalidad y
por su historia ha sido, es y seguirá siendo la manifestación más elevada
dentro del arte de los sonidos, no obstante sus épocas de decadencia (creo a la
actual una de ellas) del género religioso. En ellas, los escasos cultivadores
dignos de su significación, se ven privados de honra y provecho, y en recompensa
de su abnegación y platonismo católico ó artístico, sería en mi sentir crueldad
inaudita pagarles con un menosprecio el más injustificado, llamándoles como se
les ha llamado repetidas veces, matemáticos si escriben fugas, cánones o
contrapuntos en sus obras, y poco doctos o profanos si prescinden de estos
procedimientos. Y aunque después de todo, yo sea apóstol contra la aparición de
tales procedimientos escolar y sistemáticamente considerados, en las obras que
el público ha de escuchar, incluso las consagradas al culto divino, no dejo de
comprender que obedecen á un criterio científico más aceptable que el que se
revela en muchas composiciones modernísimas, que precedidas de renombre nos
envían de extrañas tierras, y en las que si se aparentan recursos científicos,
no se les haya, ni con telescopio, los caracteres del quid divinum artístico.
Por último, si
mis buenos amigos los señores Chapí y Peña Goñi, no ven en las palabras del primero lo que yo
he juzgado que el público puede traducir de ellas, ni la que amistosa y
artísticamente pensando he intentado interpretar como pensamiento de aquellos,
sino que por el contrario han querido decir con las frases fugas y contrapuntos de sacristía (de sentido anfibológico y aun
quizás incisivo) que estos estudios superiores de la composición deben, como
superiores, consagrarse en absoluto o muy principalmente al Ser Supremo del
Universo, confieso que idea tan mística es en la que menos me fijado, y pido a
mis apreciables compañeros dispensen mi injerencia en un asunto en que me guié
sólo el interés del arte músico religioso, a que por tradición y nombre estoy en el deber de profesar tanto
cariño como respeto.
ILDEFONSO GIMENO DE
LERMA
La Correspondencia de España, 18-01-1891