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“Apuntes para un cancionero popular villenense” - Villena, 1929

      

Durante nuestros años de niñez, muchas de las estrofas que van a leer a continuación, nos fueron transmitidas de manera oral   por nuestros abuelos y nuestros padres, en unos casos, entonadas, en otros casos cantadas y algunas veces acompañados de instrumentos musicales, de carácter sencillos, como eran la zambomba (de barro o de un bote)  y la pandereta. 

Como homenaje y recuerdo a nuestros mayores, recordamos a continuación algunas de las coplas que nos enseñaron y que "uno de la tierra" las recopiló y redactó en este magnífico artículo que apareció publicado en el semanario villenense Patria Chica.



Dibujos de Pepe Menor


Es indudable que el pueblo es el gran poeta y que la poesía musical es, como dice Ricardo León, “la poesía natural, sin artificios, ni dobleces; el sentimiento puro tal como sube del corazón a los labios; la voz sin nombre ni dueño, que aun cuando brota de un personal sentir, viene como la lengua misma, a ser de todos por la virtud de su propia sinceridad”.

El sabio maestro don Francisco Rodríguez Marín dice, hablando de los cantos populares: “así como todo el pensar de un pueblo está condensado y cristalizado en sus refranes, todo su sentir se halla concentrado en sus coplas. ¿Queréis saber de que es capaz su corazón? Escuchad su cancionero, termómetro que marca fielmente los grados de su valor afectivo”.

“El pueblo narra su vida entera en larguísima serie de coplas: coplas solemnizan el bautizo del hijo…con sus coplas arrúllale el sueño la enamorada madre…cantando aprende el hijo del pueblo a rezar y a leer, y cuando llega la sonriente primavera de la vida y se abre la flor del alma y el amor tocándola con sus alas de mariposa, le hace sentir inefables estremecimientos, rómpase entonces el copiosísimo venero de la inspiración y esperanzas, vacilaciones, ternezas, celos, pesares de la ausencia, burlas del desdén, acibares de odio, todo eso y mucho más brota a borbotones del manantial inagotable de la popular poesía.”

Estimulados por las hermosísimas frases de estos dos eminentes literatos, sentimos vivos deseos de bucear en el corazón de nuestro pueblo, a fin de conocer el genuino sentir de Villena a través de sus coplas, y por nuestra mente cruzó la idea de formar un Cancionero popular villenense y hasta llegamos a dar los primeros pasos en esta obra, viéndonos precisados a cejar en nuestro empeño, por juzgarlo muy superior a nuestras fuerzas, confiados en que otra pluma mejor cortada pueda algún día llevar a cabo esta empresa.

Como fruto de aquella tentativa ofrecemos hoy para el extraordinario de Patria Chica estos ligerísimos “Apuntes”, que no son más que una débil muestra de la riquísima cantera del  folklore villenense, de la mina inagotable de los cantares o coplas de nuestro pueblo.

Coplas locales

       Llamamos así a aquellas en que se citan o nombran sitios, lugares, monumentos o asuntos puramente villenenses.

           Y comenzaremos, como homenaje a nuestra queridísima Virgen de las Virtudes, con una copia en que se le nombre juntamente con las patronas de otros pueblos circunvecinos:

 

En Villena las Virtudes,

En Caudete la de Gracia,

En Yecla la Concepción

La de Belén en Almansa.

 

            Siguen las copias a los grandes templos parroquiales y a sus elevadas torres:


Tres cosas tiene Villena

que no las tiene Caudete:

Santa María, Santiago

y la plaza de entre dos fuentes.

 

Tres torres hay en Villena,

yo te diré las que son:

Santa María, Santiago

y la torre “El Orejón”.

 

            Desgraciadamente esta última torre hace ya muchos años que desapareció y por eso no se canta ya la siguiente copla tan típica y castiza:


El Orejón de Villena

dicen que no tiene orejas;

ayer tarde se las vide

y las tenía como tejas.

             No les falta copia correspondiente a las humildes ermitas:

 

Santa Bárbara en un alto,

Santa Lucía en una cuesta

y el glorioso San Benito

que está en medio de la huerta.

 

            Ciertas calles y lugares de nuestro pueblo han sido siempre punto de cita y concurrencia donde se juntan los hombres, muchísimas veces con el único objeto de perder el tiempo, permaneciendo largas horas alejados de sus hogares. Inútil es decir que tales sitios y calles no pueden ser bien vistos por las mujeres hacendosas y caseras que manifiestan su enfado cantando mientras están entretenidas en sus faenas domésticas.

 

Adiós, la Correderita

con ventanas y balcones,

adiós  la Puerta de Almansa,

la perdición de los hombres.

 

Calle mayor de Villena

la quisiera ver volada

con pólvora y dinamita

con perdigones y balas.

 

No podía faltar en estas coplas locales la nota festiva y humorística que atribuye humanas acciones a las montañas y a otros lugares:


La Peña-Rubia se casa

con Picachos de Cabrera,

los padrinos han de ser

las lomas de Carboneras.

 

En el cañar de Bulilla

mañana hay toros reales,

en el Alcabón comedias,

y danzas en los Rubiales.

 Finalmente, ahí va la última copla de esta sección que está como si dijéramos acabada de sacar del horno:

 

Villena ya no es Villena

que es un pequeño Madrid,

con su plaza de toros

y el teatro de Chapí.

Coplas de madre

             En este grupo incluimos aquellas en las que nombra la palabra “madre” y son, por consiguiente, la manifestación del amor más puro y más tierno. Dicho se está que el amor materno, tanto activo, como pasivo, ha de constituir siempre el manantial más fecundo de inspiración y, aprovechando este por el pueblo, ha de producir las mejores y más sentimentales coplas.

            Comenzaremos con una que es la más hermosa que conocemos, tanto por la grandiosidad del pensamiento, como por la perfección de la forma. Es todo un poema. La oímos por vez primera en un gramófono y después se nos ha asegurado que se canta también en Villena y por eso la insertamos:

 

Un céntimo le di a un pobre

y me bendijo a mi madre:

que limosna tan pequeña

Pa recompensa tan grande

 

            Le sigue en mérito la que va a continuación por expresiva y profunda a la vez:


Yo todo te lo consiento

menos faltarle a mi madre,

que una madre no se encuentra

y a ti te encontré en la calle.

 

            El amor materno es tan grande que, si bien coexiste con todos los amores, logra en ocasiones sobreponerse a todos los demás. Hermosamente lo expresa la copla siguiente:

 

Quererte más que a mi madre,

eso es pedirme la luna:

mujeres tengo a millares

y madre no hay más que una.

 

            Pero donde el pueblo desborda sus sentimientos de ternura y amor es cuando canta a la madre muerta. Ved que copla tan correcta y tan delicada en medio de su extrema sencillez:

 

Ya se murió mi madre,

¡lástima de madre mía!

¿Cuándo encontraré otra madre?

¿Como la que tenía?

 

            Mientras la madre vive, parece que nada falta y todo se soporta bien. Así lo expresa esta copla:

 

Murió mi madre ¡ay de mí!

ya me quedé sin aventura;

ninguno pasa trabajos

mientras su madre le dura.

 

            La muerte de la madre produce un vacio que nadie puede llenar y la fuerza del dolor nos hace realizar a veces actos incoherentes e incomprensibles. Ambos efectos están magníficamente expresados en estas dos coplas:

 

Cuando vi a mi madre muerta,

yo no sé que me pasó

que me pareció que el mundo

se hundía en mi corazón.

 

Cuando se murió mi madre,

tan grande fue mi sentir,

que en vez de echar a llorar

mi llanto rompió a reír.

 

            Aunque la copla debe tener solamente cuatro versos, sin embargo, algunas veces el pueblo poeta las hace de cinco versos, bien concertando los cinco, o bien dejando libre el primero. Modelo de la primera condición es la copla siguiente que, por otra parte, no puede ser más tierna y delicada:


La una en el reloj daba

cuando mi madre expiró:

mis hermanitos lloraban

al ver que se nos murió

la que tanto nos amaba.

Como muestra de coplas de cinco versos con el primero libre pueden figurar las dos con que cerramos esta parte y en las cuales se expresa un contraste terrible entre la amargura del dolor y las injusticias humanas:


Mi madre muerta de hambre

y yo sin saber que hacer…

fui pidiendo puerta en puerta

para darle de comer…

¡cuando fui ya estaba muerta!

 

Al monte me fui por leña

por mantener a mi madre:

cuando estaba en la agonía

me llevaron a la cárcel…

¡con que pena moriría!

            Coplas de enamorados

             El amor. Este ha sido y será siempre el más copioso manantial de poesía. Cuando se templan las cuerdas del corazón, se convierte en una lira que continuamente canta, y sus primeras coplas suele entonarlas rondando la casa de la mujer amada. “Apenas, dice el ya nombrado literato Ricardo León, le apunta el bozo a Juan Español, templa las cuerdas de su guitarra y va de ronda con los mocitos del lugar.”

            Todo enamorado, sobre todo estando cerca de la persona amada, se siente altivo, pendenciero, desafía a todo el mundo y, en ocasiones, llega a ser verdaderamente peligroso y temible.

            Magníficamente expresó esto Gabriel y Galán en la siguiente copla extremeña:


“No le jurguis al león

que anda alreor de la jembra

ni te enredis con el hombre

que canta al pie de una reja.”

            El enamorado villenense exterioriza las cualidades, antes dicha, con esta copla:

 

En esta esquina me paro

y aquí planto mi bandera;

el que quiera llevar palos

ya puede salir pa afuera.

 

Como es natural no hay nadie que acepte la invitación y entonces, sereno ya y tranquilo, se dispone a dar rienda suelta a sus sentimientos.

Pero sabe el mozo que la habitación en que reposa su amada está en lo más escondido y retirado de la casa, y para tener la seguridad de que son escuchados sus cantares, hace al punto el siguiente encargo:


En esta calle que entramos

toca bien y canta fuerte;

la cama de esa doncella

está honda y no se siente.

 

Y cuando está convencido de que sus cantos no se pierden en el vacío, deja que se le escape el corazón por la boca con coplas como estas:


Esta calle está empedrada

con piedras que puse yo;

todos miran a las piedras

y a tu cara miro yo.

 

Si supieras como estoy

el día que no te veo,

ni mis ojos tienen luz

ni mi corazón consuelo.

 

Los pajaritos y yo

nos levantamos a un tiempo;

ellos a cantar el alba,

yo a llorar mis sentimientos.

 

Si me muero antes que tú

le he de pedir al Eterno

que me ponga entre las nubes

para verte desde el cielo.

 Y así el enamorado va cantando en todas las horas de la noche una serie inacabable de sentidísimas copias que, si se coleccionaran, llenarían varios volúmenes. Poco importa que la noche sea tempestuosa, o que el invierno inclemente desate sus rigores y llegue a helar las palabras en la boca porque

 

En una noche de enero

cuando más aprieta el frio,

cuando el frío más aprieta

más arde el corazón mío.

 Puede ocurrir que, a pesar de tan finos requerimientos, no se dé ella por entendida, ni entreabra su ventana, ni mucho menos, se asome a la reja o al balcón, y entonces el mozo, ya un tanto amoscado, lanza esta copla que no deja de tener gracia:

 

Si me quieres dímelo

Y si no, di que me vaya,

no me tengas al sereno

que no soy jarra de agua.

 

Los desdenes de la amada van poco a poco acibarando el ánimo del novio que, al fin se decide a abandonarla, haciéndoselo saber con estas coplas:


Yo pensé que era castillo

con bastante fortaleza

y he visto que eres mujer

y en ti no cabe firmeza.

                        Corazón mío pequeño,

no quieras a esa mujer,

que esa mujer quiere a otro

y a ti no te puede ver.

 

Sólo por quererte a ti

olvidé un hermoso cielo,

dos glorias no puede haber…

volvamos a lo primero.

 

Solo piensas que yo en ti pienso,

ni en ti pienso ni imagino,

por otra acequia más honda

llevo el agua a mi molino.

 

La amada, por su parte, exteriorizas también sus sentimientos cantando mientras trajina en sus labores:

Cuando yo esté en la agonía,

si tu no me puedes ver,

cásate con mi recuerdo

en pago de mi querer.


Todos pasan y traspasan

y no pasa el que yo quiero,

¿cuándo querrá Dios que pase

aquel moreno hechicero?


Si el querer que puse en ti

tan firme y tan verdadero

lo hubiera puesto yo en Dios,

hubiera ganada el cielo.

 Como ama de veras, pronto siente el aguijón de los celos que se va clavando en su corazón y exclama:

                        Si me tuvieras cariño,

me vendrías a buscar,

como el agua busca al rio

y el rio busca la mar.

 

Amor mío, vienes tarde

y te retiras temprano;

desengáñate si tienes

amores por otro lado.

 

Al fin, la losa del desengaño cae con todo el peso sobre ella que dice con ecos lastimeros:

 

Todo en este mundo cansa

yo de ti no me cansé

y tú de mi te has cansado

¿dime, bien mil, por qué?


Yo te he enseñado a querer

Y te enseñé a ser feliz;

Tú me enseñas a llorar

Y me enseñas a sufrir.

 

Por último viene el rompimiento definitivo al saberse menospreciada por la madre del novio y canta:

 

Dicen que ha dicho tu madre

que a la reina te mereces

y yo como no soy reina

he pensado no quererte.

 

Y aquí hacemos punto final. Nos haríamos interminables si hubiéramos de decir algo, aunque poco, de las diferentes secciones de coplas que forman el copiosísimo cancionero villenense.

Para no alargar más este trabajo, nada hemos dicho de coplas religiosas, ni de Noche Buena, ni de las que se cantan acompañando las diferentes faenas agrícolas: coplas de pisa, de trilla, de vendimia, de siega y tantas otras que demuestra que Villena canta y sabe cantar.

La lástima es que no haya una pluma hábil que disponga de tiempo para dedicarse a coleccionar nuestro cancionero. La mina está abierta, el filón a la vista y es riquísimo e inagotable.

Quien quisiera converse no tendría más que situarse a las entradas de nuestra ciudad a la hora del atardecer, cuando regresan los trabajadores de la huerta y del campo y verá que, unos en carros, otros en caballerías y otros andando, todos entran en el pueblo y vuelven a sus casas cantando coplas variadas y hermosísimas que son un fiel reflejo de los afectos y sentimientos de Villena. Pueblo que canta, es un pueblo honrado.

Y terminamos diciendo con Gabriel y Galán:    ¡Ara y canta, labrador!

                                            Dibujo de Pepe Menor

                                                                                                    Uno de la tierra. 

                                                                                            Patria Chica, 05-09-1929


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por lo que observo, en la prensa villenense hay gran cantidad de artículos de interés.
¿Se va a hacer algo por digitalizarlos?.

Anónimo dijo...

Por lo que leo, estos apuntes debieron servir para redactar una parte del Cancionero Popular Villenense que redactó Soler 30 años después.