Los Saleros de Villena
INTRODUCCIÓN
Situación
En el término municipal de Villena existen explotaciones de sal desde muy antiguo y que todavía permanecen en activo. Dichas salinas se encontraban a las orillas de lo que antaño fue la Laguna de Villena. Se agrupan en una parte del término donde abundan los materiales arcillosos con presencia de sales, en la zona conocida como Los Cabezos. En ella destaca la presencia de pequeñas lomas redondeadas por efecto de la erosión, debido a las características de los materiales que las componen. Las abundantes aguas que brotaban en toda la zona, unido a las características de la cuenca, propiciaron la existencia en el pasado de una extensa lámina de agua. El príncipe D. Juan Manuel, gran aficionado a la caza, se deshace en elogios hacia el humedal, el cual divisaba desde su torre en el Castillo de la Atalaya. Esta laguna hoy ha desaparecido debido, sobre todo, a las obras de drenaje llevadas a cabo. Aunque no debemos engañarnos: a pesar de que no se hubieran realizado, la disminución actual de los caudales difícilmente haría revivir la imagen que vio el Infante.
La Laguna de Villena
Hasta el siglo XIX existió en las cercanías de la ciudad de Villena una laguna de considerables proporciones. Dicha laguna, juntamente con la de Salinas, que se encuentra algo más al sur, ilustra en la provincia de Alicante un curioso fenómeno geológico que se conoce como endorreísmo: ambas lagunas se encuentran en las zonas más deprimidas de extensas depresiones o cuencas, cuya principal característica es que las aguas no encuentran salida y allí se acumulan, pudiendo llegar a aflorar como fue el caso. También es común a ambas la existencia de numerosas surgencias de agua, por ser la zona de descarga de importantes acuíferos. Al contrario de lo que ocurre con la mayoría de lugares contemplados en este libro, no hemos encontrado en la obra del eminente botánico Antonio José Cavanilles sus interesantes descripciones sobre la Laguna de Villena antes de su desaparición.
El motivo no es otro que durante su ya celebre viaje por el Reino de Valencia, que comenzó en la primavera de 1791, Villena pertenecía al Reino de Murcia. Sí hemos encontrado referencias en el Libro de la Caza, que escribiera en 1325 el Infante Don Juan Manuel, Señor de Villena y morador de su castillo: [ Et Villena ay mejor lugar de todas las caças que en todo el Regno de Murçia Et aun dize don Iohan que pocos lugares yio el nunca tan bueno de todas las caças, ca de çima del alcaçar vera omne caçar garças e anades e gruas con falcones e con açores e perdices e codornices e a otras aves llaman flamenques que son fermosas aves e muy ligeras para caçar sinon porque son muy graves de sacar del agua ca nunca estan sinon en muy gran laguna de agua salada.] El estancamiento de las aguas estaba en el origen de las fiebres Tercianas, conocidas así por los periodos de fiebre que el paciente sufre de forma reiterada cada tres días. Estas azotaban periódicamente a Villena y, aunque el dicho popular afirma que “por tercianas no doblan las campanas”, se empezó a contemplar su desecación. Así, el 23 de abril de 1803, Carlos IV encargará a su Arquitecto Mayor, D. Juan de Villanueva (el arquitecto del Museo del Prado), los trabajos para desecar la zona. La obra principal que se llevó a cabo fue la excavación de la llamada Acequia del Rey, un canal de unos diez kilómetros de longitud, cuya misión era, y aún es, la de evacuar las aguas de la cuenca de Villena. Esta acequia o azarbe de drenaje vertería al río Vinalopó y por este motivo el saneamiento interesó desde el principio a la ciudad de Elche, quien veía en las obras la posibilidad de incrementar sus recursos hídricos a través de dicho río. Sus gobernantes impulsaron con tenacidad la desecación, aunque no fueron los únicos.
El interés de la ciudad de las palmeras y de otras poblaciones vecinas radicaba en que, por otra parte, la desecación dejaría al descubierto los diferentes manantiales, permitiendo separar los caudales salobres de los dulces, que eran en principio más apreciados. Tras la obra, los funcionarios del rey amojonaron con postes, también llamados tánganos, la finca que denominaron “Demarcación de La Laguna”, constatando la obtención de 1.704 hectáreas de terrenos cultivables y la pérdida de un espacio singular. Las nuevas tierras así obtenidas fueron entregadas en uso a colonos, conocidos también como “laguneros”, que debían pagar por ellas un diezmo.
Los campos surgidos de la desecación se regaban principalmente con las aguas de la fuente del “Hoyo de la Virgen”, situada en la pedanía de Las Virtudes. Este importante manadero, más conocido como la “Fuente del Chopo”, sería motivo de disputas entre Elda y Elche durante siglos al estar ambos interesados en aprovechar sus aguas. Por la cesión de esta agua de riego, Villena percibía un elevado canon que se aportaba a las arcas municipales. Este manantial nos sirve para ilustrar el proceso paulatino de agotamiento que han experimentado las aguas subterráneas en los últimos 100 años, ya que en ese lapso de tiempo lo que antes se regaba en 23 horas ahora necesita 20 días.
Condiciones para unas salinas
La cuenca de la antigua Laguna de Villena recoge aguas de diversa naturaleza. Por un lado, tenemos los aportes directos de la lluvia y por otro, circulan aguas subterráneas, tanto subsuperficiales como profundas, provenientes del sistema acuífero Caudete-Villena-Sax. Durante la época geológica conocida como Mioceno Medio es cuando se produce la configuración definitiva de la zona. En esos momentos se produjo el afloramiento de materiales triásicos con un alto contenido en yesos y otras sales. Como hemos comentado en el caso de Salinas, al circular el agua subterránea en contacto con estos materiales, se carga de las sales más solubles, pudiendo ser después aprovechadas las salmueras resultantes en las explotaciones salineras.
Además, estas arcillas constituyen una base adecuada para la construcción de las balsas salineras, ya que son materiales impermeables. Esto hace que sean capaces de retener las aguas salobres tras una simple excavación del terreno y con ello dar forma a los diferentes estanques. También el clima es el adecuado y se dan las condiciones favorables para la evaporación del agua y cristalización de la sal, al menos desde la primavera hasta el otoño. Los veranos son secos y se pueden alcanzar temperaturas bastante elevadas, de hasta 40º C. Tampoco las lluvias son muy abundantes a lo largo del año, lo cual retrasaría el proceso al diluir la salmuera contenida en las balsas, estando en torno a los 370 litros anuales por metro cuadrado.
Al mismo tiempo, el viento sopla de forma casi continua, al encontrarse en el llamado “corredor de Villena”, un pasillo natural entre la meseta y la costa. Las salinas en Villena aprovechan terrenos de escasa vocación agrícola al ser su cultivo prácticamente imposible por el elevado contenido en sales de los suelos. Ello queda patente al dar un vistazo por los alrededores de cada una de las salineras, donde se pueden encontrar, como en casos anteriores, diversas especies de plantas de saladar o halófitas. Ello ha motivado que los “Saleros y Cabecicos de Villena” estén incluidos como Lugar de Interés Comunitario para entrar a formar parte de la futura red europea de espacios a conservar, la Red Natura 2000. Este tipo de hábitat está contemplado en el Anexo I de la Directiva de Hábitats 97/62/CE, normativa que fue transpuesta a la legislación española a través del Real Decreto 1193/1998. Por otra parte, el espacio que ocupó la Laguna de Villena sigue manteniendo su carácter de zona húmeda y como tal aparece en el Catálogo de Zonas Húmedas de la Comunidad Valenciana.
LA EXPLOTACIÓN SALINERA
Introducción
Existen en el término de Villena tres salinas o “saleros”, según la terminología local, en explotación. Constituyen un caso singular en Alicante, ya que en la actualidad son las únicas que perviven en el interior de la provincia. Muy próxima queda la Laguna de Salinas, donde también se dio este tipo de explotación, aunque hoy en día no está en funcionamiento. Estas salinas de interior se alimentan de manantiales cuyas aguas poseen una salinidad muy superior a la del agua de mar, por lo que no es necesaria una gran superficie de evaporación. Al igual que en las salinas marítimas, existe un circuito de balsas que son comunicadas a voluntad por pequeñas compuertas y en su recorrido se produce la evaporación del agua y la progresiva concentración de las sales hasta llegar al punto de cristalización del cloruro sódico. Ésta se produce en pocos días durante la época favorable, a partir del mes de abril. Las tres salinas son: las del Salero Viejo o Salero de la Redonda, el Salero de Penalva y las del Salero Nuevo, también conocido como Salero de Requena o Salero de la Fortuna. El origen de las dos primeras se pierde en el tiempo, pero en cambio la última es de más reciente implantación. La explotación de la sal en Villena se remonta, al menos, al siglo XIII, durante la Baja Edad Media. Tenemos constancia de que el Salero Viejo, entonces conocido como Salina del Angostillo, era de propiedad real, según se desprende del fuero de Lorca dictado por Alfonso X “El Sabio” en 1271. A partir de ese momento fueron objeto de sucesivos traspasos de propiedad y las salinas fueron entregadas al Infante D. Juan Manuel, quien se las cedió al Marqués de Villena, D. Diego López Pacheco. En 1476, la ciudad se sublevará contra el marqués, tomando partido a favor de los Reyes Católicos, que concederán las salinas y sus rentas al pueblo de Villena como premio a su lealtad. Más tarde, Felipe II las incorporará de nuevo a la Corona, disponiendo el Estanco de la Sal. Con esta medida, la Administración del Estado pasaba a controlar todo lo relativo a su producción y comercio, tal y como se hacía con los tabacos, gravándola con importantes impuestos. En manos de la Real Hacienda, las salinas de Villena fueron objeto de varios arrendamientos a lo largo del S. XIX, hasta que en 1867, estando sobre la mesa el proyecto para terminar con el estanco de la sal, se piensa en ponerlas en venta.
Ese mismo año, la Dirección General de Rentas Estancadas mandó inutilizar todas las existencias de sales de las salinas que habían de enajenarse. Para ello mandó hasta Villena al inspector La Plaza, quien ante presencia de un Notario inutilizó más de 30.000 quintales de sal, además de las balsas calentadoras y las de cuaje. La sal se esparció en la Acequia del Rey, con la idea de que fuera arrastrada por las primeras lluvias, desviando también allí los manantiales salobres. El inspector causó así, sin saberlo, un gran perjuicio a muchos agricultores de Villena, Sax, Elda, Novelda y Elche, que al regar con esas aguas arruinaron sus cosechas y produjeron una merma en la productividad de la tierra en campañas sucesivas. Las protestas de los afectados no se hicieron esperar y en 1868 se ordena presentarse en Villena al Administrador de Sales de Torrevieja. Lo que éste determinó fue reconducir las aguas saladas, levantando las motas e incrementando la capacidad de los calentadores para retenerlas. La obra no fue suficiente y se barajaron otras soluciones, estando siempre en mente la idea de continuar con la explotación de la sal como única solución definitiva. Finalmente, en 1870, las salinas, que habían sido consideradas como Bienes Nacionales, salen a pública subasta. El Estado se reservará para sí las salinas de Torrevieja (cuya propiedad aún conserva), las de Imón (en la provincia de Guadalajara) y Los Alfaques (junto al Delta del Ebro, provincia de Tarragona), por ser la sal considerada un producto estratégico. Las de Villena son adquiridas definitivamente el 14 de octubre de 1872. Con ello terminarán los problemas con los regantes, al decidir su nuevo propietario “restablecer la fábrica de sal”. Hacemos un inciso aquí para destacar la importancia económica que tuvo esta actividad en épocas históricas, lo que se constata viendo la proporción entre los diversos cánones que la ciudad ingresaba en tiempos de Felipe II: por el aprovechamiento de las codiciadas aguas de la Fuente del Chopo, 30.000 maravedíes; renta de saladares, 2.500 maravedíes y por la explotación de la sal, 150.000 maravedíes. Se sabe que en 1562, un vecino de Villena llegó a pagar 250.000 maravedíes castellanos, al pujar en la subasta de la producción de sal, que satisfaría a la Corona en dos plazos, en agosto y diciembre.
Salero Viejo
Esta salina posee en la actualidad la concesión minera nº 2162 y es explotada por la empresa José Sanchís S.L. El propietario pertenece a una familia que es conocida en Gandía como “Los Salerosos”, encargados también en su día de beneficiar la sal de la Salina de Calpe hasta su cierre en 1988.
La explotación se encuentra en el extremo norte de la primitiva Laguna de Villena, en el paraje conocido como Los Saleros. En ella destaca un amplio caserío encalado que está incluido en el Catálogo de Elementos, Edificios y Conjuntos de Interés Histórico-Artístico del PGOU de Villena. Este conjunto data de principios del siglo XVI y es de vocación agrícola, ya que servía a una amplia zona cultivada, que sólo en parte era utilizada como salinas. En la actualidad, estas instalaciones sirven para almacenar la sal ya envasada además de albergar el molino para triturar la sal y las oficinas. Junto a él se encuentra la era, donde se apila la sal cosechada para secarla.
Presenta una superficie inundable de casi 100.000 m2 aunque algunas balsas están en desuso. Las primeras balsas del circuito, los calentadores, se alimentan de un pozo existente dentro de la misma parcela, captando el agua a unos ocho metros de profundidad. De él surge una salmuera con una concentración en sales, normalmente, de 17º Baumé. Estas balsas calentadoras están excavadas directamente en el suelo natural, que es arcilloso, que es lo mismo que decir que es impermeable, y tienen las paredes reforzadas con muretes de piedra.
Recientemente, las balsas en donde se produce la cristalización de la sal han sido revestidas de hormigón con el fin de poder obtener un producto con menores impurezas. Esta cristalización no se produce hasta que no se alcanzan entre 22 y 27º Bé, lo cual ocurre normalmente en primavera y verano. Una vez se forma una capa de sal de cierto grosor se procede a evacuar las llamadas “aguas madres”, para poder entrar a recogerla. La sal extraída se puede pasar posteriormente por una lavadora en la que un espiral o tornillo “sin fin” la hace circular desde una tolva, al tiempo que se vierte sobre ella agua salada, de manera que no se produzca una redisolución.
Interior de la nave-almacén del Salero Nuevo, con la
cubierta original de 1883.Durante el invierno se mantienen las balsas inundadas para conservar en perfecto estado las instalaciones y mientras llega una nueva cosecha de sal se obtienen algunos beneficios de la venta de salmueras. El agua salada, tal y como sale del pozo, tiene sus aplicaciones en la industria y mediante cubas es distribuida por toda la provincia con diferentes destinos, tales como la elaboración de aceitunas y otros encurtidos o para el proceso de curtido de la piel. También se surte de ella la industria textil, tan pródiga en la provincia de Alicante y desde Cocentaina a Crevillent es utilizada en las tintorerías. El proceso de tintado requiere gran cantidad de sal, la cual ayuda a que las fibras textiles retengan el colorante, pudiéndose añadir al agua de las cubetas de tinción o utilizar directamente la salmuera, como en este caso.
La producción de sal en sí es de unas 4.000 toneladas anuales, destinándose la mayor parte de la producción a la industria y también para ser esparcida en las carreteras y evitar así la formación de placas de hielo.
Salero Nuevo
Se trata de la concesión minera nº 2244, siendo la empresa explotadora Electroquímica del Serpis S. A. Se encuentra muy cerca de la anterior, mediando entre las dos la Acequia del Rey. Es, como señala su nombre, la última explotación en instalarse, lo que tuvo lugar en la década de los setenta del siglo XIX. Como ocurre con el Salero Viejo, cuenta también con un amplio caserío que está igualmente incluido en el Catálogo de Elementos, Edificios y Conjuntos de Interés Histórico-Artístico del PGOU de Villena.
El Salero Nuevo y el Salero Viejo se encuentran muy
próximos, apenas separados por la Acequia del Rey. En él llama la atención su fachada, de corte neoclásico. El conjunto hace las veces de oficina y molino, siendo destacable la amplia nave donde se almacena la sal de mejor calidad para preservarla de las inclemencias del tiempo. Ésta conserva la cubierta original que data de 1883, cuyo artesonado está fabricado con una madera tropical muy duradera llamada “mobila”. También cuenta con una era contigua donde secar la sal obtenida. La superficie que ocupan las balsas salineras es de algo más de 60.000 m2 y tanto las calentadoras como las cristalizadoras están construidas simplemente por excavación y compactación del terreno. Las paredes de contención se han revestido con una capa de PVC como las que se utilizan para impermeabilizar las balsas de riego, quedando oculto el murete de piedra original. El fondo de estas balsas está formado por el terreno arcilloso de la zona, con el consiguiente problema de aparición de impurezas en la sal si la recogida no se hace con cuidado. Para evitar este inconveniente, se optó un año por no cosechar en los cristalizadores. Ahora esa capa hace las veces de suelo y la sal se extrae respetando ese estrato, consiguiendo con ello un producto de mayor calidad.
Cada balsa está rodeada por una pequeña acequia destinada a recoger y evacuar el agua de lluvia de los terrenos circundantes, de manera que no penetre en las charcas. Si esto ocurriera disminuiría su grado de salinidad, retrasando la cristalización y mermando la producción. Destaca entre las balsas una que se encuentra totalmente cubierta, de manera que en caso de lluvia no se rebaja su concentración por la entrada directa de agua dulce. Todo el circuito se alimenta de un pozo del que se bombean las aguas salobres, que se captan a una profundidad de 22 metros. Esta profundidad puede variar, oscilando según la climatología, la época del año o la intensidad de la extracción. Allí mismo se aprovechan las salmueras para la elaboración de lejía, siendo, por otra parte, variado el destino de las sales: para consumo humano, carreteras y otros usos industriales. Según datos del Instituto Tecnológico Geominero de España la producción anual es de unas 1.000 toneladas.
Salero Penalva
Esta salina, que también fue conocida como Salina del Polovar o Salero de Peñalba, es explotada por la empresa Sal Coloma y cuenta con la concesión minera nº 2244.
Vista general del Salero de Penalva. Se encuentra en el paraje de La Fuentecilla, en el extremo sur de lo que fue la antigua laguna, siendo posible su ampliación tras la desecación. Muy cerca del salero circulaba el ferrocarril de vía estrecha Alcoy – Villena – Yecla, conocido popularmente como el “tren chicharra”. Desde la vía principal, existió un ramal que daba acceso a un cargadero para la sal, del que desafortunadamente no se conservan restos. El edificio principal, a modo de nave de planta cuadrada y sin demasiados ornamentos, puede parecer el menos interesante de las tres salineras.
Un paseo a pie o en bici a través de la Vía
Verde del "Chicharra" es la mejor forma de
visitar los Saleros de Villena.Pero el conjunto mantiene su atractivo gracias al perfecto estado de los muros de contención de las balsas cristalizadoras, todas a base de piedra extraída de la cercana cantera del monte Polovar, y de los tablachos de madera a la antigua usanza, que regulan la comunicación entre todas ellas.
En un extremo de la parcela llama la atención la figura de algo que se asemeja a un torreón. Construido en 1868, en realidad forma parte de las obras que se realizaron para evitar que el agua salada fuera a parar a la Acequia del Rey durante la época en que la salina permaneció sin actividad. Se sitúa sobre un antiguo manantial salado y la idea era levantar los muros hasta una altura en que el agua no pudiera rebosar. Donde terminan los actuales cristalizadores también encontramos los calentadores y cristalizadores abandonados de aquella época.
Tiene unos 60.000 m2 de balsas y cuenta con dos manantiales o “criaderos” en los que encontramos agua a tan solo 8 metros de profundidad, a pesar de que el sondeo alcanza los 50 metros. De ellos brota la salmuera, que en algunos momentos tiene una concentración salina cercana a los 22º Bé, aunque varía a lo largo del año. Esta concentración casi es la necesaria para que se produzca la sal y por ello el agua permanece muy pocos días en los calentadores, pasando después a una batería de nueve cristalizadores. Allí mismo, como ocurre también en los casos anteriores, se tritura la sal durante todo el invierno.
También, se envasa el producto en diferentes formatos según su destino o se carga directamente en grandes sacos desde la era aneja al edificio principal, en cuyo caso servirá para ser esparcida en las carreteras. Una característica compartida con el Salero Viejo es que han conservado las primitivas piedras de molino con las que se trituraba o molía la sal, cual si de un cereal se tratase, siendo en apariencia idénticas a las destinadas a este uso. La producción anual ronda las 4.000 toneladas.
Informe realizado en 2016 por la Diputación Provincial de Alicante. Área de Medio Ambiente. Diseñado por Exomed.