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LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES ESTRENÓ ANDAS Y NUEVO TRONO EN 1752
La Virgen de las Virtudes
estrenó Andas y nuevo Trono en 1752
En el libro titulado Historia
de la Imagen de Ntra. Sra. de las Virtudes escrito por
don José Zapater y Ugeda en el año 1884, nos da cuenta su autor de una importante noticia acontecida en el año
1752. El Cabildo Municipal acordó traer la Virgen de las Virtudes a Villena con
el fin de impetrar la salud pública, profundamente amenazada por la peste y
para rogar y pedir al cielo la sucesión del monarca Fernando VI.
Sigue indicando Zapater que, con dicho motivo, se
estrenaron unas andas y la Sagrada Imagen fue colocada en un sorprendente
trono. Dicho trono, por medio de un ingenioso mecanismo se va elevando mientras se canta la Salve, de
manera que, colocadas las luces sobre el altar en aparente desorden, poco a
poco se van ordenando con perfecta simetría, hasta que la Virgen aparece en lo
más elevado del trono, donde queda expuesta a la veneración de los fieles.
A
continuación iremos relatando los acuerdos y actuaciones que se fueron
realizando para preparar la venida de la Virgen. Comenzamos en el mes de enero
con los nombramientos de comisarios para festividades, realizados por el
Corregidor, don Gaspar Delgado Llanos y Moreda,
y que recayeron en Diego Guerao y Capos y a Diego de Selva y Rojas.
En la reunión del Cabildo Municipal del 27 de marzo, los
señores don Pedro Antonio Herrero, don Alonso Rodríguez, don Pedro Phelipe Herrero
y don Francisco Cervera, comisarios que fueron nombrados para recoger las
limosnas de los vecinos y para hacer fabricar las andas y candeleros para
nuestra Patrona, dieron cuenta de haber cumplido su encargo y lo recaudado,
tanto en dinero, como en alhajas, lo ponían de presente a la ciudad para solo sirvan al fin
encomendado, que es para las funciones de Ntra. Sra. de las Virtudes. El
Ayuntamiento dio las gracias a dichos señores, haciéndolas extensivas al Sr.
Corregidor por lo mucho que se interesó en la solicitud de limosnas a los
vecinos.
Se acordó también, realizar un cajón en donde se guarden
las andas y los ciento cincuenta candelabros.
Los párrocos que regían las dos parroquias de la ciudad
eran don Juan Fernández Vila en Santiago y don Joseph Martínez Pardo de la
Casta en Santa María.
En la reunión del Cabildo de fecha 15 de mayo, su
capitular don Francisco Cervera, propuso
a la ciudad de que, estando los campos del término muy abundantes de sembrado,
de lo que se esperaba una colmada cosecha de granos y existiendo un cierto
temor por los nublos que iban apareciendo y que podían causar que la piedra
destrozase el campo, pidió a la Ciudad el que se acordase traer a la Virgen en
rogativa, para pedirle que, por su intersección, se evitara la pérdida de la
cosecha, como también para que su Divina Majestad libere a los vecinos de
enfermedades, como también para que conceda sucesión a los católicos monarcas,
que tan necesaria es para la tranquilidad del mundo cristiano, añadiendo que
los gastos del traslado se sufraguen con las limosnas que dieren los vecinos y
no los caudales públicos.
La ciudad dio las gracias a don Francisco Cervera e
informó que no teniendo el ayuntamiento dinero para afrontar los gastos y los
vecinos pasan una coyuntura muy estrecha, dijeron que sería preferible que la
procesión se haga el 7 de septiembre, conduciendo la Sagrada Imagen a esta
ciudad con la mayor ostentación y se le de culto en Santiago los nueve días
como es de costumbre, nombrando comisarios para ello a don Pedro Antonio Valero
y a Pedro Phelipe Herrero, que ya lo fueron en el año 1750, cuando tan
solemnemente se trajo. Se acordó avisar a los cabildos de ambas parroquias,
aprovechando de paso la ocasión para inaugurar las nuevas andas y candeleros.
Tras todos estos acuerdos surgieron otros temas de
importancia como eran: que el Trono estuviese iluminado de día y de noche desde
el día 7 de septiembre, día de llegada al sábado 16 de septiembre, último día
del Novenario. Organizar los nueve sermones, así como las Misas cantadas y las
Salves correspondientes.
Los vecinos también tenían que planificar otras
actividades, como eran la formación de soldadescas, construcción de castillos
de fuegos artificiales, preparar velas y
organizar los alumbrados correspondientes.
La emoción de los ciudadanos debió de ser impresionante y
prueba de ello nos la encontramos en las páginas del libro, al que vamos a
referirnos a continuación, en el que el Cura párroco de Santa María don Joseph
Martínez Pardo de la Casta nos ofrece una visión general de las Fiestas que
Villena celebró en honor de su Patrona, del 7 al 16 de septiembre, así como de
la gran oratoria ofrecida por parte de los nueve oradores que intervinieron.
Pasamos
a detallar el libro que lleva por
título: SERMÓN PANEGYRICO, que en las plausibles Fiestas, que la muy
Noble y Leal Ciudad de Villena, celebró a la devotísima Imagen de María
Santísima de las Virtudes, colocando a esta Divina Señora en unas nuevas Andas
y un prodigioso Trono, impetrando la salud pública y la feliz sucesión de
nuestros Católicos Monarcas, el día 16 de Septiembre de 1752
Predicó
el Doctor don Joseph Martínez Pardo de la Casta, presidente que fue de Philosophia y Sagrada
Theología Escolástica, por la Escuela Thomista en el Seminario del Señor San
Fulgencio de la Ciudad de Murcia, y actualmente Beneficiado y cura propio de la
Parroquial de la Señora Santa María de la ciudad de Villena, siendo el nono y
último de tan solemnes cultos.
Sale
a la luz pública por el señor don Gaspar Delgado y Llanos, corregidor de la ciudad de Villena, a quien,
en reconocimiento de su afecto, lo dedica el Orador.
Impreso
en Murcia
Dedicatoria
Al
Corregidor de Villena don Gaspar Delgado Llanos Moreda y le agradece que:
“Haya
estimulado a este pueblo para labrar esas majestuosas andas y ese regio y
suntuoso trono en que se ha visto colocada con la mayor majestad María, Señora
Nuestra, logrando nuevos accidentales realces de hermosura…”.
Destaca
también su acertado gobierno de este pueblo e indica que:
“Siendo
vuestro mayor tesón el mayor aumento de su culto y el de su Santísima Madrid,
es la puntual asistencia a las iglesias, siendo don Gaspar el primero en los
Sermones, Procesiones, Comuniones Generales y demás actos en que un juez debe
resplandecer con su ejemplo, sirviendo todo esto de un continuo estímulo a todo
este pueblo, para la más puntual asistencia”.
Realiza
también una descripción de la familia del Corregidor y un recuerdo muy especial
a la fidelísima villa de Medina del Campo, lugar de sus antepasados familiares,
finalizando con las siguientes palabras:
“Así
camina esta población al amparo de V.S. de cuya innata honradez y generosidad,
no dudo de la admisión correspondiente a su heroica caridad”.
8 de diciembre de 1752
Doctor Don Joseph Martínez Pardo de la Casta
Aprobación
del señor doctor don Juan Fernández Vila, Beneficiado y cura
propio de la Parroquial del Señor Santiago de la Ciudad de Villena.
Revisión
para la censura del Sermón panegírico que dio el Doctor don Joseph Martínez
Pardo de la Casta, Beneficiado y Cura propio de la Parroquial de Santa María de
esta ciudad de Villena, dijo en el día nono y último de las Fiestas, que esta expresada
ciudad celebró a María Santísima de las Virtudes.
Indica
que al finalizar su sermón, fue aprobado con grandes admiraciones por parte de
todos los asistentes y finalizó su dictamen solicitando que el señor Gobernador
concediera licencia para imprimirlo.
Villena, y
Noviembre 15 de 1752
Doctor don Juan Fernández Vila
Licencia
de Ordinario por el doctor don Andrés de Rivera y Casauz,
Chantre, Dignidad y Canónigo de la Santa Iglesia de Cartagena, Gobernador
provisor y Vicario General en todo su Obispado, Sede Episcopal Vacante.
Indica
en su aprobación que da licencia a cualquiera de los impresores de la Ciudad de
Murcia, para que se pueda imprimir dicho Sermón Panegyrico, dado que no
contiene cosa alguna, que se oponga contra la Fe y loables costumbres y por
tanto su contenido será de mucha utilidad y provecho.
Dada en Murcia, en doce días del mes de Diciembre,
del año 1752
Doctor Rivera, por mandato del Señor Gobernador, Provisor y
Vicario General
Exordio,
que lleva por título JHS.
A
lo largo de veintiséis páginas, don Joseph Martínez Pardo escribe una exordio centrado en las Virtudes de María,
entremezclando aspectos geográficos,
religiosos e históricos.
Hemos
realizado una selección de dichos textos y vamos a centrarnos en los aspectos
que hemos considerado más curiosos y que transcribimos a continuación:
“Válgame
la Virgen de las Virtudes. Qué singulares y preciosos Tabernáculos de virtudes
admiran nuestros ojos este día: Que altares tan aseados de virtudes registro en
esta iglesia. En cada Altar de la Iglesia había una Imagen de las Virtudes…”
Continuó
haciendo patentes las virtudes de María, con el ilustre título de Virtudes,
siendo esta Señora, el Sol de la Iglesia Católica, citando su colocación en
unas regias andas y en su nuevo Trono, recordando emocionado la salida de la
Casa, la tarde del día 7 de septiembre, para pasear las calles de Villena,
destacando la hermosura de su rostro, al contemplarla en hombros de sacerdotes
por las puertas de esta ciudad.
Recuerda
también el antiguo Trono y comparándolo con el nuevo indica que el que se
estrena es más elevado, brillante y aureado; y tuvo unas palabras de elogio
para los ocho sabios oradores que le precedieron; quienes demostraron
corrientes cristalinas de un portentoso mar de erudiciones.
Resaltó
la labor del ayuntamiento, firmando tan justificado Cabildo para la publicación
de estas fiestas.
Destacó
también a los hijos de Villena, cuando hablando de María de las Virtudes
fabrican su idioma con los afectos y lo expresan a raudales con sus ojos.
Señalo
varias citas:
“A
quien la majestad divina colocó en Villena, una de las ciudades de nuestra
España, a la parte Occidental.”
Respecto
a Murcia indicó:
“Publíquelo
todo este Reino; y principalmente su cabeza, mi amada patria murciana, en cuya
ciudad, el Ilustre Cabildo Eclesiástico es tributario de esta Señora,
anualmente con parte de sus diezmos, en deuda o satisfacción al beneficio de
tener en su poder una de las mangas de su vestido, con la cual se extinguió la
peste en dos ocasiones, que la ha padecido aquella Noble Ciudad, a cuya favor
agradecida, se obligó con voto perpetuo, para eternizar su memoria en los
siglos venideros”.
Realiza
también una pequeña crónica de cómo se realizó la aparición de la Sagrada
Imagen de la Virtudes y de las Virtudes, indicando lo siguiente:
“Su
gloriosa aparición se simboliza en aquella nubecilla a esa Divina Imagen de las Virtudes, en su
aparición o hallazgo, inmediato a esa laguna, o a esa fuente que llamáis del
Chopo”.
Continúa
el relato, ahora centrado en la Virgen de las Virtudes y en las nuevas andas y
trono; dedicando las siguientes palabras:
“Pasemos
de la aparición de la Señora, a su colocación en esas aureadas andas y en ese
argentado y elevado trono, transformando en otra a esta ciudad y a esta
iglesia, cuando de sus andas toma quieta y pacífica posesión. Al ver colocada a
esa divina Imagen en su Trono, dice San Juan, que hizo tránsito la tierra.
Alude sin violencia este tránsito, al que miramos en Villena de esta Divina
Imagen de las Virtudes, haciendo tránsito de un templo a otro; de un trono
ceñido a otro más excelso; de unas antiguas andas a estas nuevas, lucidas y
vistosas”.
Dedica
también un apartado a destacar la figura del Corregidor de Villena, don Gaspar
Delgado Llanos Moreda, de quién destaca el afecto que le ilustra y dice:
“Dando
tu silencio, no sé qué resplandor a estas glorias, que desde el retiro de su
modestia, nos ha hecho ver, en la erección maravillosa de esas regias andas y
de ese majestuoso Trono, o que es nativo carácter de su grandeza, desempeñar
airoso sus empresas, o que en su afecto excede el desempeño de su grandeza,
cuando corren por su cuenta los lucimientos de esta Señora…”
Seguidamente
nos vamos a centrar en los elogios que dedica a Villena, como son:
“El
nombre de Villena está significado en buen romance, de fuerza llena; luego el
nombre de Villena hace una verdadera etimología con el renombre de fortaleza.
Pero
aún creo, que no queda mi obligación desempeñada, sino confirmo con las proezas
de esta Ciudad, ser V.S. el robusto y fuerte athlante de que habla Benedicto. Y
siendo cierto, que pasión no quita conocimiento., permítaseme vocear lo que sin
desdoro, mas si con emulación de otros Pueblos conozco, desde que mi fortuna me
trasladó (no con poco consuelo mío) a alistarme bajo la sombra de su castillo,
Centro de la honra, Taller de la ciencia, Theatro de valor y fortaleza. Tú
eres, Ciudad Ilustrísima, aquel árbol, que sombreando las corrientes. Has
producido y produces óptimos frutos de celo y fortaleza para la guerra; de
virtudes y santidad para la Iglesia.
Méritos
tuyos son los realces y privilegios con que los Reyes antiguos y modernos te
han ennoblecido; por tu fortaleza mereciste, que el rey don Fernando y doña
Isabel, en el año 1476, concediesen el Privilegio de que esta Ciudad no pudiese
enajenarse de tu Real Corona, que no pudiese enajenarse de tu Real Corona, que
no pudiese ser vecino suyo el que tuviese quarto de moro ó de judío; y que todo
vecino se liberase de pagar pechos y portazgos. La lealtad de V.S. estimuló a
aquel guerrero Rey don Phelipe Quinto, para honrar a esta ciudad, con hacerla
Plaza de Armas de sus tropas, y que sirviese de antemural a los enemigos.
El
valeroso denuedo con que V.S. defendió su partido el año de seis, sin haberle advertido,
que sujeto alguno en esta Población siguiese el partido contrario a su
Majestad, echando de ver sí, que algunos de sus moradores se dejaron quemar
vivos, por no apellidar a otro Soberano, impelió al mismo Rey para honrar a
V.S. en justificada recompensa con que se llamase el ejemplo de lealtad. El mismo don Phelipe (honra de nuestra
España).
Habiendo
visto el valor y fortaleza de V.S. y que solo con cincuenta hombres en ese
Castillo, se defendió del enemigo por espacio de ocho días, padeciendo gustosa
saqueo y quema por no entregarse. Ilustró a V.S. el año séptimo de este siglo,
con los gloriosos timbres de muy Noble, muy Leal y Fidelísima, dando a entender
al mundo este animoso Monarca, que a esta fidelísima Ciudad debió por entonces
en sus sienes esta Monárquica Española Corona. Esta es Villena, por sus
hazañas: que por lo que hoy practica, la octava maravilla merecía; pues nunca
más digna de las más eminente gloria, que cuando consagra su Catillo, su León,
su Espada, Fuente, Peces, Ala y Pinos, para coronar con el escudo de sus armas
el culto y fiestas de María, mi Señora, de las Virtudes. Esta Señora sea el
premio, Senado Ilustre, de la benignidad, vizarria y amor con que V.S. se
empeña en obsequiarla…”
Describimos también los
elogios que dedica a los feligreses, dada la gran concurrencia de los fieles a
ambas parroquias, en dos noches, a hacer las Vistas a la Virgen, a la vez que
le ofrecen algunos dones, indicando lo
siguiente:
“Nada
menos han mirado y admirado nuestros ojos en el místico Horeb de este Templo,
en todo este Novenario; puesto todo este Pueblo y sus contornos han concurrido
a porfía; cortejando en esas lucidas vistas, en dos competidos y devotos
bandos, con sus dadivas a María, dándole en parte las gracias de haberles comunicado en todas sus aflicciones regalos
de los Cielos.
Oh
insignes moradores de Villena, o verdaderos cuanto apasionados de María de las
Virtudes. Yo solo me he quedado para daros repetidas gracias por tan magnánima
heroica devoción, con que tan a toda costa os habéis esmerado en celebrar las
glorias de esta Señora.”
Elogios
también, para el Escribano del Ayuntamiento de la Ciudad, debido a que su
familia bordó una correa para Nuestra Señora, en terciopelo negro, con
sobrepuesto de oro y la regaló a la Virgen, luciéndola en esas fiestas, así
como en la actualidad, la cual se le pone en las romerías de traía y llevada a
su santuario[1]
Finaliza
con un elogio a los oradores que le precedieron en los días anteriores y
finaliza con las siguientes palabras:
“Solo
diré lo que en estos ocho días hubiese podido aprender de estos sabios y
eruditos Preceptores, ingeniosos Oradores que me han precedido; como lo prometo
lo veréis: suplicando a V.S. disimule por María de las Virtudes la latitud de
mi exordio, que en el Sermón prometo ser tan ligero como un Ave María.”
Tras este amplio
preámbulo, se inicia la crónica de su sermón, en el cual comienza resaltando la palabra
“VIRTUDES”, indicando que consta de ocho letras y continúa relatando que:
“Ocho
son y ocho han sido los sabios y eruditos maestros, que en estos ocho
antecedentes días, habéis oído panegirizar las glorias de Esta Señora
(refiriéndose a Ntra. Sra. de las Virtudes): Estos mismos son los que me han
dado luz para elogiar a María: pues en cada una de las letras del título de
Virtudes, veréis a cada predicador dibujado; saliendo de cada letra una idea
distinta, contraída con la idea, que cada Orador ha puesto en su respectivo
día. Así cumplo lo que en el exordio prometí; así aprendo de estos sabios e
ingeniosos maestros, y así también empiezo a discurrir.
La
primera letra de Virtudes es V, que quiere decir Vara de Moisés, la segunda es
I, que quiere decir Iris de la paz del cielo; la tercera es R, que quiere decir
Reparadora de nuestra España; la cuarta letra es T, que quiere decir Tesorera
de las gracias y dones celestiales; la quinta es U, que quiere decir Vencedora
de Dios, para socorrer al hombre por medio de sus virtudes; la sexta es D, que
quiere decir Divina Jardinera de esta Ciudad; las séptima es E, que quiere
decir Espejo en donde se miran favorecidos los hijos de Villena; y la última es
S, que quiere decir salud eterna y temporal de sus devotos.
El
sermón consta de ocho puntos; no se admira V.S. que aunque será todo tan cierto
como el Credo lo que diga, no tardaré ocho Credos, en decirlo, empiezo…”
El
contenido de dicho sermón queda plasmado en casi veintisiete páginas, centrada
en los puntos antes descritos. Si bien dejamos para el final una especial
mención al Corregidor de la ciudad, Don Gaspar Delgado, manifestando el Doctor
Joseph Martínez su profundo agradecimiento por haber encargado, la primera
autoridad local, la realización de un lienzo con la Imagen de Las Virtudes,
pintura que calificó de muy primorosa.
Por
último, recordar que fueron nueve días de fiestas, y en cada uno de ellos
predicó uno de los más distinguidos oradores del momento. El día 8 de
septiembre fue el Doctor Don Juan Alfonso Mellinas, Beneficiado Magistral de la
Parroquial del Señor Santiago de Villena. El día 9 fue el P. Fray Diego Lillo,
Lector Jubilado, Prior que fue del Convento de San Agustín de Murcia; el día 10
le correspondió a M.R.P. Fray Salvador Maura de los Dolores, predicador del
Convento de los Franciscanos Descalzos de Villena. En el día 11 intervino el
M.R.P. Fray Andrés Sánchez, predicador general del Sagrado Orden de N.P. San
Francisco, en su Convento de Observantes de Hellín. El martes día 12 de
septiembre le correspondió a M.R.P. Fray Joaquín de la Ollería, lector dos veces
de Filosofía y Sagrada Teología, predicador
en su Convento de Capuchinos de Caudete. El día 6º, concretamente el
miércoles 13 de septiembre, el orador fue el M.R.P. Fray Julián de Valencia,
predicador en su Convento de Capuchinos de Biar. Al día siguiente le
correspondió dar el sermón al M.R.P. Fray Joseph Ibáñez Soriano, lector de
Filosofía y sagrada Teología, Guardián actual en su Convento de Franciscanos
Descalzos de Almansa. El día 8º, viernes
15 de septiembre, fue para el M. R. P. Fray Antonio Navarro, lector jubilado,
Visitador General y Ex provincial de la provincia de Valencia, del Sagrado
Orden de San Francisco de Paula.
Para
finalizar, el sábado día 16 de septiembre de 1752, el Doctor Don Joseph Martínez Pardo de la
Casta, presidente que fue de Filosofía y Sagrada Teología Escolástica, por la
Escuela Tomista en el Seminario de San Fulgencio de la Ciudad de Murcia y
actualmente Beneficiado y Cura propio de la Parroquial de la Señora Santa María
de la Ciudad de Villena, con su extraordinario panegírico que estuvo centrado
en resaltar las virtudes de la Virgen y en el resumen tan acertado que realizó
de los ocho oradores sagrados que le antecedieron en dichos días.
Joaquín Sánchez Huesca
[1]
No podemos precisar cuál
fue, ya que dicho año habían cinco escribanos: Sebastián Calderón López, Joseph
Pascual Benito y Vicente, José Antonio García de Mellinas y Vicente Gil de
Borrás.
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