LOS OFICIOS LITÚRGICOS DE LA SEMANA
SANTA
A
lo largo de los siglos, los Divinos Oficios del Jueves, Viernes y Sábado se han
celebrado a otras horas distintas de las que se celebran en la actualidad.
Seguidamente haremos un repaso de algunas fechas y curiosidades acerca de los
mismos.
Del libro titulado Oficio de la Semana Santa y Semana de Pascua, traducido al
castellano por el Doctor don Josef
Rigual, Presbítero, Canónico de la Iglesia Colegial de Santa Ana de
Barcelona, e impreso en el año 1792 destacamos los siguientes apartados:
Del prólogo para el
Jueves Santo, destacamos:
En estos tres días nuestra Madre la Iglesia se
entrega enteramente al dolor y quebranto por la muerte de Jesucristo su esposo:
No pone en la boca de sus hijos, ni Himnos, ni Cánticos de alegría, y alabanza;
sino Salmos, Lamentaciones, Profecías, y Evangelios que nos refieren la Pasión
y Muerte de nuestro Salvador.
Les exhorta a imitar el singular ejemplo que nos
dejó en el Lavatorio de los pies: les acuerda en la ceremonia de desnudar los
altares… y finalmente en las ceremonias de apagar las velas, de esconder una y
de sacarla después encendida, y en el ruido que se hace al fin de los Maitines
les representa las tinieblas que cubrieron toda la tierra…Estos sentimientos
infunde nuestra Madre la Iglesia en los corazones de sus hijos…y participen de
los resplandores de la gloriosa resurrección del Señor.
En
el prólogo para el Viernes Santo, se indica:
La
Iglesia en los Oficios de este día nos enseña, que la sangre que derramó
Jesucristo en la cruz por nosotros…son el medio más poderoso para alcanzarnos
el perdón de nuestras culpas.
Esta
esperanza nos infunden la Profecía de Oseas y el primer Tracto sacado del
Profeta Habacuc…La Iglesia nos pone a la vista el Cordero de Dios inmolado en
la Cruz. Todo lo vemos cumplido en el Evangelio de la Pasión, según lo refiere
San Juan: y para que empecemos a practicar los saludables documentos que nos
dio el Señor desde la cruz, ruega la Iglesia en las oraciones que se dicen, por toda
clase de personas sin excluir a sus mismos enemigos…
Y
como último, el prólogo dedicado al Sábado Santo y entre otras cosas nos dice:
En el
Oficio que corresponde a éste día celebra la Iglesia la memoria del Cuerpo de
Jesucristo en el sepulcro… y en el Oficio, que antiguamente se celebraba en la
noche de Pascua, y la Iglesia lo ha anticipado en la mañana de este Sábado,
celebra la memoria de la Resurrección del Señor; por esto deja los vestidos de
luto, y toma los de la alegría y regocijo; hace resonar cantos de júbilo; saca
nuevo fuero; enciende el Cirio Pascual y las lámparas; para que por este gozo, y por todas estas
luces conozcamos aquel día feliz…
Luego en
las Profecías instruye a los Catecúmenos, bendice las Pilas bautismales y les
administra solemnemente el Bautismo…
En el año 1788, en la
imprenta de Benito Cano de Madrid, se imprimió la tercera edición de Instrucciones General en forma de Catecismo,
libro escrito en francés por el P.
Francisco Amado Pouget, Presbítero del Oratorio, Doctor de la Sorbona y Abad de
Chambon. Los textos fueron traducidos al castellano en el año 1702 por don
Francisco Antonio de Escartín y Carrera, con el acuerdo del Excmo. Sr. Don
Francisco Antonio Lorenzana, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas.
Destacamos algunos
datos interesantes que aparecen en el citado “catecismo”:
En la
procesión del Domingo de Ramos, cuando se volvía a la iglesia, la puerta estaba
cerrada y había que llamar tres veces a la puerta. Esa acción se realizaba para
que nos acordáramos que el Cielo estaba cerrado a los hombres antes de
Jesucristo, y que él nos abrió las puertas por su muerte. Debíamos considerar a
Jesucristo triunfante del demonio por su muerte.
Las
campanas no se tocaban desde el Jueves hasta el Sábado Santo, de esta forma la
Iglesia quiso conservar este vestigio de la antigüedad y no llamar a los fieles
a la Iglesia durante estos días, sino del modo como los llamaba antes que se
introdujese el uso de campanas. Puede considerarse este silencio de campanas
como la señal de una profunda tristeza.
Las
iglesias se visitan el Jueves Santo en memoria de lo que padeció Jesucristo en
diferentes lugares: en el huerto de Getsemaní, en casa de Caifás, en casa de
Pilatos, en casa de Herodes y lo que padeció por diferentes personas.
En el
Viernes Santo la Iglesia no celebra el Sacrificio de la Misa, puesto que es día
está de luto. Es un día destinado al ayuno y a acudir a la adoración de la cruz
de Jesucristo y además la Iglesia, en ese día ruega por los hombres de todos
estados, hasta los judos e infieles, para manifestar que Jesucristo murió por
todos los hombres y pedirle para todo el efecto de su muerte.
En estos
tres días, a las cuatro de la tarde, en las iglesias se llevaba cabo el
conocido como “Oficio de Tinieblas”. Antiguamente este Oficio se celebraba
después de medianoche y se recitaban los Maitines. Durante la celebración del
citado Oficio se ponía delante del Altar un candelero triangular con quince
velas, que se apagaban sucesivamente al fin de cada salmo. El último canto se
denominaba Benedictus.
El acto
de desnudar los Altares durante estos tres días, se consideraba como una
ceremonia misteriosa para recordarnos que Jesucristo fue despojado de su
vestiduras al tiempo de su Pasión; y por la misma razón cuando en el día se
despojan los Altares, se reza el Salmo XXI que es una viva Profecía de la
Pasión y en la cual se citan estas palabras: “Partieron entre ellos mis
vestiduras y sobre mi túnica echaron suertes”.
Respecto
a la celebración del Sábado Santo, nos indica el catecismo que el Oficio de
dicho día se celebra por la mañana, recordando que antiguamente no empezaba el
Oficio hasta por la tarde y continuaba hasta muy de noche y estaba centrado en
la Resurrección de Jesucristo. Sigue indicando que en otro tiempo se empezaba
sábado por la tarde y se continuaba la noche de Pascua. Primero se encendía el
fuego, se bendecía el Cirio Pascual, se leían las lecciones de las Profecías
y se bendecían las Pilas Bautismales.
El Cirio Pascual se encendía durante todo el
tiempo de Pascua y el día de la Ascensión se retiraba después de leído el
Evangelio donde se refiere que Jesucristo subió al Cielo en presencia de sus
Apóstoles. Se indica también que se ponían en él cinco granos de incienso antes
de encenderlo. Con ello se representaba la acción de José de Arimatea, de
Nicodemus y de los demás Discípulos que embalsamaron con perfumes el cuerpo
muerto de Jesús. Se consideran también los cinco agujeros del Cirio en el que
se ponen el cinc o granos de incienso, como la imagen de las cinco llagas de
Jesús.
En el Oficio del Sábado
Santo se bendicen las Pilas Bautismales. Esta bendición se realizaba también la
víspera de Pentecostés, porque en todos los tiempos fueron destinados estos dos
días para administrar el Bautismo solemne en la Iglesia.
Respecto al porqué la
Iglesia había mudado la costumbre de hacer este Oficio por la tarde, responde
el texto del catecismo:
El
haber anticipado la hora de la comida los días de ayuno ha introducido poco a
poco, como diremos después, el anticipar la hora de los Oficios públicos el
Sábado Santo, así como los demás días de Cuaresma; pero la Iglesia no por eso
ha mudado nada del Oficio antiguo; y las oraciones que se cantan al presente
suponen que se canta todo esto por la tarde.
Tras
el recuerdo de antaño, nos centramos en Villena y leemos en el periódico El Olivo (órgano de los A. Alumnos
Salesianos), de fecha 25 de marzo de 1934, el horario de cultos en las dos
parroquias de Villena, con motivo de la Semana Santa.
En la parroquia de
Santiago los horarios eran los siguientes:
La Misa
del Domingo de Ramos, bendición y procesión de Palmas será a las 9,30 de la
mañana.
El Jueves
Santo a las 9,30 de la mañana Divinos Oficios y a las 3,30 de la tarde,
Lavatorio y Maitines; a las 7 Sermón de la Pasión por el P. Latorre,
Redentorista de Valencia.
El
Viernes Santo, a las 8,30 de la mañana Divinos Oficios y a las 4 de la tarde,
Maitines, Vía Crucis y Procesión Claustral.
El sábado
Santo, a las 8,30 de la mañana tendrán lugar los Divinos Oficios.
En la parroquia de
Santa María los Divinos oficios correspondientes a Jueves, Viernes y Sábado
Santo se celebraron a las 8 de la
mañana.
El Papa Pio XII inició
en el año 1955 los estudios preparatorios para la realización de una reforma
general litúrgica. Se inició esta obra de revisión con la restauración de la
Vigilia Pascual y de la Semana Santa, que constituyeron el primer paso de la
adaptación del Misal Romano a las exigencias de la mentalidad contemporánea,
decretando para la Iglesia Occidental la reintegración de la solemne vigilia en
la noche pascual, en la cual el pueblo de Dios, celebrando los sacramentos de
la iniciación cristiana, renueva la alianza con Cristo Resucitado.
Hasta entonces, el
Sábado Santo era conocido como Sábado de Gloria.
La citada reforma de la
liturgia entró en vigor en el año 1956. Básicamente pretendía retornar a los
ritos de la antigüedad cristiana, cuando las funciones se hacían en las mismas
horas en que se realizaron los hechos de la Pasión y de paso que pudieran
asistir mayor número de fieles. El cambio de horario se inició en la Semana
santa del año 1956 afectó también tanto, a los Oficios del Jueves y Viernes
Santo, que pasaron a celebrarse por la tarde entre las 4 y las 7 aproximadamente y la Vigilia Pascual del Sábado Santo, entre
las 10 y las 11 de la noche.
(Información
que hemos contrastado con los programas de la Semana Santa de Medina de Rioseco
correspondientes a los años 1952 y 1956).
La citada reforma tuvo
su culminación en los años siguientes, tras la celebración del Concilio
Vaticano II (1962-1965), que sentó las bases del Nuevo Orden Litúrgico que se
implantó a partir de entonces. Uno de los cambios más importantes fue la
sustitución del latín por la Lengua de cada estado, a la vez que se produjo una
gran simplificación de los ritos.
Es muy
interesante conocer que, al término de la Misa de Jueves Santo «In Coena
Domini», que conmemora la institución de la Sagrada Eucaristía y del sacerdocio
de la Iglesia, el tabernáculo queda vacío en memoria de la muerte de Jesús. Se
hace entonces la reserva del Santísimo Sacramento en un lugar especial,
tradicionalmente denominado «Monumento».
De esa
manera, desde la noche del Jueves Santo hasta la celebración de la Vigilia
Pascual, los sagrarios de todas las iglesias quedan sin hostias consagradas,
para mejor simbolizar la ausencia de Nuestro Señor “crucificado, muerto y
sepultado”. No obstante, con su insuperable tacto maternal, la iglesia introdujo
en esos días la costumbre de guardar o reservar en un lugar aparte las hostias
consagradas, necesarias para administrar la Eucaristía a los fieles que
desearan comulgar en Viernes Santo. Fue ése el origen remoto de la ceremonia
del traslado del Santísimo Sacramento al “Monumento”.
Más tarde surgió la
costumbre de visitar siete Monumentos, en la tarde noche de Jueves Santo y en
la mañana del día siguiente. Se sabe que esta excelente forma de unirse al
Salvador en su Pasión fue introducida en Roma en el siglo XVI por San Felipe
Neri, fogoso apóstol que atraía multitudes, para contrarrestar la decadencia
moral acarreada por el Renacimiento. Él tuvo la idea, secundada por Papas y
numerosos cardenales, de organizar visitar a siete históricas iglesias romanas:
las cuatro Basílicas principales (San Pedro, Santa María Mayor, San Pablo
extramuros y San Juan de Letrán) y las iglesias de San Lorenzo, Santa Cruz y
San Sebastián.
Rápidamente la
costumbre se propagó por todo el orbe católico. En las más diversas ciudades se
realizaban os venerables cabildos en sus catedrales, los presbíteros en sus
parroquias, los religiosos y especialmente las monjas de clausura en sus
iglesias, se disputaba cada cual la mejor manera de glorificar la presencia
real en el Monumento. Para ello decoraban los tabernáculos con la mayor riqueza
y esplendor de que eran capaces, obras que conjugaban el arte, la devoción y el
ingenio, algunas verdaderamente monumentales, para cobijar al Rey de Reyes.
Ya fuese por verdadera
piedad sacramental o a veces por fervor de simple tradición, los templos y
calles se llenaban de feligreses, en un trajín que transformaba la noche en
día. Tal costumbre ha llegado hasta nosotros.
El Santísimo suele ser
llevado al “Monumento” bajo palio y se le suele alabar con el cántico
eucarístico “Cantemos al amor de los amores…”.
Joaquín Sánchez Huesca
Archivo de veliusycía