PREGÓN DE FIESTAS DE CAUDETE 5-9-2024
Caudetanas
y caudetanos, amigas y amigos que nos acompañáis, muy buenas noches.
Al señor alcalde y a los
miembros de la corporación municipal, así como al alcalde de Marseillan y su
comitiva.
Al señor párroco y representantes
eclesiásticos, así como a los cargos de la mayordomía.
Un saludo a todas las
comparsas, muy especialmente, a las capitanías que este año tenéis la
responsabilidad de hacer las fiestas, y un beso a las damas y a la reina.
Asimismo, un saludo a las
personas que igualmente estuvieron propuestas para este pregón, quiero decirles
que también están aquí arriba, porque nuestras fiestas son de todos.
Paso, en segundo lugar, a
dar las gracias:
A la asociación de comparsas,
a su directiva y a su presidente por su generosidad al proponerme como
pregonero.
Mi eterno agradecimiento a
mis padres, Gabriel y Tina, que me lo han dado todo y, muy especialmente, a
Isabel, mi mujer y compañera en todo mi viaje vital, y a mis hijas Sofía y Ada.
Este pregón pretende ser un recorrido que comenzará compartiendo algunas de mis vivencias íntimas sobre las fiestas, seguidamente intentaré transmitiros por qué Caudete y sus gentes son tan singulares, también trataré de explicar el motivo del altísimo componente emocional que supone vivir las fiestas y, finalmente, me atreveré con algún consejo.
“Mi infancia son recuerdos de un patio de
Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero…”
Y yo, parafraseándolo, os digo:
Mi infancia son recuerdos de la
calle El moto,
el lavadero y la balsa donde
llegué a pescar “agujicas”
y la rambla de los tres puentes
donde vi nidos de azulones.
Mi primer recuerdo festero, la
enhorabuena calle El moto abajo.
Como tantas otras familias
caudetanas la mía no era de salir, aunque sí imprescindibles para el realce de
la fiesta. Mi padre, el mejor de los “cicerones”, se encargaba de que no
faltara “cuerva” para las escuadras; y mi madre, en convertir mi casa en una “parada
de postas” para cualquier músico o festero. Y claro, por otro lado, estaba mi
tío “Cisqui”, heredero de un rancio linaje de guerreros.
Aun lo veo llevando a los
primos a la diana. Tirábamos petardos de los de suelo, de los que saltaban
“chinas”, pero no “masclets”, y nos invitaban a churros con chocolate. Y el
último día, no me preguntéis porqué, me llevaba a correr la traca. Si el hilo
de pita que la sostenía se quemaba, la traca se caía y los truenos iban de lado
a lado de la calle y los coches nos servían de parapeto, con mi tío cuidando de
que no me quemara -eso no incluía la brasa del “celta” que no soltaba en todo
el recorrido.
Él, había heredado un traje de
guerrero de su abuelo con adornos de dragones. En mi infantil imaginario, era
lo más. Hete que a mis padres les toca la lotería, no mucho. Gabriel y Tina
siempre han sido de procurar la herencia en vida, sobre todo para formación,
pero en este caso se decide, dar a mis hermanos mayores, dinero y, a mí, hacerme
un traje de guerrero. El diseño, Agustín Vila y el “bordao” de los dragones,
las monjicas. Era “Targaryen”, sin saberlo.
Y allí me tenéis, con 14 años,
desfilando con los guerreros viejos. Y saliendo a disparar con mi arcabuz del
“Rojo” de madera tallada con cañón hexagonal. Y como todo en la vida, hay gente
en el banquillo para que otros salgan al campo. Mi tía Manuela se encargaba
desde atusar el plumero a bruñir el latón, eso no se puede agradecer y menos
pagar. ¡Cuánta gente así hace falta para que las fiestas sean lo que son¡
Y llega la adolescencia, y las
guaridas, desde la de enfrente al “teatro calderón” a la que después sería “el
purgatorio”, y conozco a la que sería mi mujer… festera ecléctica, ha salido en
todas las comparsas...Y al poco, Valencia, Nueva York, Albacete, Ciudad Real…y
tenemos dos hijas que empiezan a imbuirse del espíritu saliendo desde pequeñas
en los desfiles.A lo largo de los años, como todos los caudetanos que vivimos
fuera, siempre que podemos, volvemos. Con ilusión cuando el calendario lo
permite; con tristeza, con nostalgia llena de recuerdos, cuando no. Y si las
obligaciones nos dejan, el día 6 es sagrada la comida familiar en casa de mi
hermana Marijú y, la entrada, en la calle las Eras, con la otra parte de la
familia.
Lo bueno de cumplir años, quizá
lo único, es la experiencia. Y a los cuarenta y muchos, una tarde de agosto de
2017, Mari y Manolo vinieron al molino y mis hermanas, mi sobrina, mis hijas y
mi mujer se confabularon para contribuir a hacer la fiesta de los Tarik:
volante y dama. Solo intuía lo que se venía encima: “yo os ayudo en lo que
pueda, pero en la intendencia…”
Menos mal…tuve que dejarme
barba en agosto para presentar a la dama. El 2018 fue frenético, las novenas,
las cenas de confraternización con otras comparsas, con pajarita el día de la
elección, con el banderín en la diana, con traje de Tarik en la enhorabuena…Nunca
me hubiera imaginado vivir las fiestas como las de aquel año… intensas, duras,
con lloros -el día que llovió-, madrugones, agotamiento…pero las disfruté
muchísimo. Uno de esos regalos que te hace la vida sin pedirlo ni merecerlo. Lo
mejor, todas las personas de la capitanía y la comparsa que conformábamos una
piña a la que reforzaban nuestras familias. Y es que, de otro modo, habría sido
imposible.
¿Y qué sucede con Caudete? ¿Por
qué Caudete y sus gentes son tan singulares? Voy a tratar de explicarlo. En
primer lugar, gracias a Alejandro, conservador del Jardín Botánico de
Castilla-La Mancha, por ilustrarme sobre la historia de mi pueblo que quiero
compartir con vosotros.
Subamos a la máquina del tiempo,
hemos de retrotraernos 6 millones de años, a la crisis salina del Messiniense,
un evento geológico extraordinario. Los movimientos tectónicos provocaron que
se cerrara el estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo acumuló mucha sal y casi
se secó. El estrecho se volvió a abrir y la cuenca se recuperó, pero con un
volumen menor, lo que dejó zonas previamente inundadas al exterior creando
saladares, yesares y arenales. Uno de estos restos del fondo del mar
Mediterráneo es la microrreserva de los Arenales de Caudete, ubicada en la
ladera solana de la sierra del Cuchillo, la lengua. Allí, en aquel mar antiguo,
crecen entre otras especies endémicas y amenazadas, la jarilla, digamos “de
Caudete”, con adaptaciones singulares que les permiten sobrevivir en
situaciones extremas y con una capacidad única para la lucha contra la
desertificación. Es un tesoro caudetano muy valioso y desconocido que hemos de
preservar.
Además, Caudete siempre ha sido
tierra de frontera y esa es su singularidad y su riqueza que hace a sus gentes
tan especiales. Caudete ha sido ibera, más concretamente deitana. La romana “caput
aquae”,dentro del imperio, fue primero adscrita a la provincia de Hispania
Citerior, después a laTarraconense y finalmente a la Cartaginense.
En época musulmana perteneció a la Cora de Tudmir. La villa actual que
conocemos se conformó en el periodo andalusí. Los Capdets cristianos fueron
pasando del reino de Castilla a la Corona de Aragón y vuelta. Y al reino de
Valencia y al de Murcia, para finalmente integrarse en la provincia de Albacete
y en Castilla-La Mancha.
Puede sonar lejano, pero en mi
juventud se iba, al instituto a Villena -cuatro viajes al día-, a la selectividad
a Elda, los partos y brazos rotos a Yecla, y a la universidad, a Valencia o
Murcia. Hoy, miramos a poniente. La isoglosa o línea que indica la extensión
del valenciano llega a Fontanars y eso, claro, se refleja en nuestra
manera de hablar (“ha cambiado el orage y menuda polsaguera”). Pero si hablamos
de gastronomía, en Caudete se comen los mejores gazpachos manchegos del mundo
que, más allá de Socuéllamos se llaman “galianos” y son, otra cosa. Caudete es
singular por su riqueza natural, su historia y su cultura y sus gentes hemos de
conocerlas, conservarlas, valorarlas y transmitirlas. Y esa complejidad, esa
mezcla maravillosa, es lo que nos hace tan especiales.
Todos sabemos que las fiestas
son un acontecimiento único para las caudetanas y caudetanos pero… ¿Por qué
existe ese altísimo componente emocional de vivir las fiestas? Me dedico a
estudiar y a explicar el cerebro y, desde mi perspectiva, las fiestas provocan un
recuerdo único y apasionado por varios motivos. Nuestro cerebro recibe,a través
de nuestros sentidos (vista, oído, tacto, olfato y gusto), información que
procesa para generar memorias. En palabras de Don Santiago Ramón y Cajal “Las
neuronas son como las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién
sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental”. Pero el cerebro no
recuerda todo, de hecho, olvida casi todo, sólo se queda con aquello que tiene
valor emocional, positivo o negativo. Imaginemos el cerebro de un adolescente
el día de la traída de la Virgen. El despuntar del alba, la música, los tiros tras
el ruedo…las imágenes, los sonidos, la onda expansiva del disparo, el olor a
pólvora y su sabor cuando nos llega sin quemar…son estímulos intensísimos que se
graban en nuestro cerebro de una manera indeleble y vehemente, para siempre.
Y voy acabando porqué “El candil se
está apagando y la alcuza no tiene aceite. No te digo que te vayas. Ni tampoco que
te quedes”. En esta última parte, un pequeño consejo que dedico a la juventud, presente,
y sobre todo futuro, de Caudete y para ello, tomo prestadas las palabras de Don
Enrique Tierno Galván:
“Este Regidor ama a la juventud y sabe que es
buena, limpia, con la conciencia transparente, por no haber en ella ni envidia
ni maldad y confía en que se comporte durante las fiestas sin salacidad ni
grosería, sin irreverencias, sin deslenguarse en la conversación, prestando
cuidadosa atención a los adultos y atención, respeto máximo y ayuda a los que
han llegado a la vejez. La juventud es cuerda y en esta cordura pone su
confianza el Regidor de esta Villa. Y si los jóvenes han de hacer bromas, como
su propia edad pide, háganlas con donosura y gala, pero sin daño, y si de
retozar se trata, retoces, porque es propio de la juventud el glorioso retozar,
pero háganlo sin daño para los bienes públicos, respetando los lugares en los
que haya flores y céspedes, que hermosean la ciudad, y todo aquello cuanto al
bien común ataña.”
Para terminar, hagamos que nuestras fiestas sean sociales e inclusivas.
Los de aquí, y sobre todo los de allá, han de sentirse en su casa, en familia. Todo
el mundo ha de ser partícipe y respetado en sus creencias y querencias,
celebrando nuestra diversidad en armonía.
Y ahora, lanzo un “viva la
Virgen de Gracia”, patrona de nuestras fiestas.
Caudetanas
y caudetanos, amigas y amigos que nos acompañáis, sed felices.
Maestro, por favor, que suene la música…