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Antropos de Concha Reviriego Almohalla: Mujeres Sin Historia

Mujeres Sin Historia


Si entendemos la historia como "el conjunto de todos los hechos ocurridos en el pasado" las mujeres nunca hemos estado fuera de ese pasado. Si entendemos la historia como "la narración de los hechos ocurridos en el pasado", el punto de vista no sólo cambia, sino que los registros muestran realidades diferentes. 
Cuando un acontecimiento posee mucha importancia social -una hazaña bélica, un descubrimiento científico- se dice: "pasará a la historia". Y pasa. Queda registrado para siempre. Es más, un hombre importante puede dar nombre a una época -por ejemplo: El siglo de Pericles-. Y las mujeres, ¿dónde están? ¿O es que, acaso, no están?
La vida de las mujeres se desarrolla paralela y ligada a la vida de los hombres. Los modos de subsistencia, las formas de adaptación a un medio, la reproducción biológica y la cultural, el avance tecnológico...
Nada existe en el mundo sin la aportación y sin el trabajo de ambos géneros: masculino y femenino. Nada.
La historia hecha por los hombres no existe fuera de la historia hecha junto con las mujeres. Se combinan ambas. La historia de las mujeres -como colectivo subyugado en una sociedad patriarcal- queda englobada en la de ellos, incluso oscurecida; es tratada como si no existiera. De ahí el título de este artículo: Las mujeres sin historia.

La mujer, como género,  ha trabajado desde que el mundo es mundo. Las tareas de las que se ha ocupado, sobre todo dentro de la sociedad capitalista, no se han considerado trabajo, por la sencilla razón de que no eran actividades ligadas, directamente, con el mercado de trabajo. Su actividad no se vendía ni se compraba, excepto en los casos de la servidumbre -tema que merece un estudio aparte-,  ellas no trabajaban. El trabajo, entendido como "actividad, empleo, u oficio que se realiza a cambio de un salario" no incluía las tareas asignadas a la mujer valoradas como "propias de su sexo". Las tareas "propias" de las mujeres se vuelven invisibles.
Sólo adquiere valor el trabajo que se compra y que se vende. Y en el caso de las mujeres, sólo adquieren valor las tareas del hogar cuando se desligan del hogar. Cuando se convierten en empresas, algo bastante reciente en nuestra historia, los hombres entran a trabajar como directivos o como empleados. 
En calidad de empresarios llegan,  a veces, a la cúspide de la fama y del glamour en la actualidad. Tratados con respeto y admiración, se transforman en modelos de profesionales a emular.
Se igualan ellos a las mujeres que han llegado a esa cúspide, y lo hacen a través de unas tareas "tradicionalmente femeninas" cuando tales faenas, domésticas, nos se consideraban trabajo. Y ellas se igualan a ellos en el quehacer, en la profesión y en el nivel  socio-profesional alcanzado, cuando se ha reconocido su tradicional ocupación como una actividad imprescindible para la vida, individual y colectiva; o sea, como un trabajo.

 

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