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Los itinerarios musicales de Ruperto Chapí - 1888


Los lobos marinos

La compañía de Cereceda inauguró su temporada en el Principal, con Los lobos marinos» y La Gran Vía.»
La primera de estas zarzuelas, nueva en esta ciudad, tiene un libro de mucha gracia,  como que es de  Aza y Ramos Carrión y una música, que por su originalidad y riqueza de instrumentación, revela la maestría de Chapí.
            De su ejecución hay que decir en primer término, que resulta con el ajuste de todas las obras que pone en escena el maestro Cereceda, y que merecieron grandes aplausos varios números, muy señaladamente el quinteto del acto primero, que fue cantado con muchísima gracia por los Sres. Hidalgo, Morón, Tormo, Mora y López y el pasaje del tren, por la orquesta que hubieron de repetirse en medio de las aclamaciones del público.
La instrumentación de este último número bastaría para hacer la reputación de gran armonista, del maestro Chapí, si ya no la tuviera tan merecidamente conquistada en tantas otras de sus obras.
Pinedo, encargado del Felipe, estuvo tan acertado como acostumbra, tratándose de papeles cómicos,  en los que siempre ha merecido grandes elogios. El de Los lobos marinos le valió los unánimes de todo el auditorio, como igualmente al Sr. Tormo (padre).

De la popular Gran Vía,
representada al final,
hablaremos otro día:
es mucho teatro-manía
 tanta revista teatral

El Eco de Cartagena, 20-02-1888

 Autobiografía de Chapí y crónica de la representación de La Bruja

No vamos á hacer una biografía extensa y detallada del eminente maestro Chapí, autor de la inspirada  partitura de La Bruja. Vamos únicamente a dar a la estampa, notas biográficas de su carrera artística; y para ello queremos dejarle la palabra al laureado compositor, que con la modestia que le es propia, dice de sí mismo lo que sigue:

“Nací en Villena, provincia de Alicante, el 27 de marzo del 51. A los 8 años tocaba el flautín en la banda del pueblo y componía una polka para dicho instrumento. Sin una dirección seria y guiado sólo por instinto, arañé en toda clase de instrumentos de banda y orquesta; compuse walses, polkas,  pasos dobles, sinfonías, fantasías con títulos y apropósitos cursirrománticos y hasta una zarzuela que se titula La estrella del bosque,  con letra del hijo del boticario.
 Como allí no era muy difícil ser notabilidad, bien pronto fui el director de la banda y de la orquesta, y aunque nada de aquello era serio, me ofreció la ocasión de familiarizarme con el trato de la instrumentación y la dirección, y aunque de una manera embrionaria fue un aprendizaje que me fue después de gran utilidad. Así pasé hasta los 15 años. Un día  había caído en mis manos una biografía de Bellini, y desde entonces formé el propósito firme de lanzarme al mundo, propósito que guardaba en lo más oculto de mi pensamiento para no dar que reír a las gentes.
Mi familia era muy pobre, y yo no contaba con recursos para lanzarme; pero reuní treinta duros en dos o tres años de tocar con mi música en fiestas de moros y cristianos, y el día 11 de septiembre del 67 tomé el tren y me vine a Madrid sin más recomendación ni más capital que mis treinta duros y una fe y una decisión absoluta. Desde aquella fecha hasta el 72, en que gané por oposición la plaza de músico mayor de artillería, solo Dios y yo sabemos las angustias, las privaciones y las lágrimas que me costó el salir adelante; y no entregué la piel, porque me sostenía una fe ciega en el porvenir. A pesar de todo, en esos años hice mis estudios en el Conservatorio, obteniendo los primeros premios en armonía y composición. Entré en artillería, como he dicho antes, en mayo del 72 y en los dos años que allí estuve compuse, entre otras cosas (en septiembre del 73) la Fantasía morisca, que vino a ejecutarse en orquesta algunos años después.
En el 74 gané por oposición la plaza de pensionado de número de la Academia de Roma, que entonces se creó  y Tamberlick tuvo la bondad de hacer ejecutar en el teatro Real, tomando él principal parte en la ejecución, Las naves de Cortés, ópera en un acto,  uno de los trabajos de aquella oposición.
Para aquella fecha ya me había casado y tenía una hija y otra en camino; en estas condiciones y con 16.000 reales de sueldo, tomé el camino de Roma. No hay que decir que se renovaron los días tristes y las angustias y desesperaciones. Durante esta peregrinación compuse mi Polka de concierto, que se ejecutó tres o cuatro años después de hacerla; la ópera en un acto La hija de Jefté, varios motetes, otra ópera en un acto, inédita, titulada La muerte de Garcilaso, mi poema sinfónico inédito Escenas de capa y espada. Una sinfonía en Re y la ópera en tres actos Roger de Flor.
Volví a España en diciembre del 77, se puso en el Real Roger de Flor, se hizo tres noches, pues las óperas españolas no merecen más consideración y como el empresario de entonces no me cumplió lo prometido, para no morirme de hambre y ya entonces tenía cuatro hijos, tuve que solicitar la plaza de pensionado de mérito de la Academia de Roma, que se me concedió contra viento y marea, pues había gran oposición en el ministerio, sin duda como premio a haber sido el único pensionado que había obtenido todos los premios reglamentarios por su trabajo.
Marché a Paris, pero viendo la imposibilidad de continuar pensionado con los escasos recursos con que contaba para el sostenimiento de una familia ya numerosa, presenté el oratorio Los ángeles, renuncié a la plaza y volví a España dispuesto a trabajar para la zarzuela, en espera de mejores días, y con la esperanza, que aún me sostiene de una ocasión propicia al cumplimiento y realización del sueño dorado de unos pocos, muy pocos músicos españoles.
En esta nueva etapa no escasean los motivos de desfallecimiento y desilusión, pero siquiera sostengo mis obligaciones, más o menos penosa, pero honradamente. Mis obras de esta época son Las dos huérfanas, en tres actos; Música clásica; La calle de Carretas, en tres actos; La serenata, ópera en un acto; La tempestad, tres actos; El milagro de la Virgen, tres actos; La flor de lis, en un acto; y una porción de cosillas que con más o menos éxito, andan por esos mundos contribuyendo a hacerme posible el estudio tranquilo e incesante, con la mira en el porvenir, que es mi principal alimento, y soy feliz mientras la fe en ese porvenir no me abandone.”

            La Bruja de Ramos Carrión y Chapí, ha sido el acontecimiento más notable de la semana en la ciudad de Cartagena.

            Tanto el señor Cereceda como la empresa del teatro Principal, han echado el resto.
            Ejecución esmeradísima, decorado magnífico, lujoso vestuario y orquesta numerosa.
            Seguidamente hallarán nuestros lectores la revista de dicha obra, sólo me limito a felicitar a actores y empresa por el éxito obtenido, sin olvidar a los autores, que han enriquecido nuestro teatro con una joya preciosa.
Si los profundos conocimientos y privilegiada inspiración de que está adornado el señor Chapí, no fueran bastante s para crearle la justísima fama de que goza, el afán constante que ha mostrado en pro del arte lírico español, le harían acreedor a la protección más decidida y el aplauso más sincero.
            Bien podemos calificar de acontecimiento la primea representación en nuestro teatro de la magnífica zarzuela La Bruja, que tuvo lugar el último sábado.
            Precedida ya de justa fama, nuestro público ávido siempre de impresiones agradables, esperaba con impaciencia que el maestro Cereceda pusiera en escena esta bellísima producción.
Como asunto, es preciso confesar que el libro no se halla en armonía con las bellezas musicales que atesora el maravilloso trabajo del maestro Chapí.
            En nuestro sentir, la música pertenece al género wagneriano, y nos complacemos mucho en ver que nuestros compositores perseveran en la brillante escuela iniciada por el innovador y filósofo maestro. Riqueza de armonías, efectos musicales de primer orden y originalidad en los diferentes motivos en que abunda la obra, nos han hecho admitir desde luego que el autor ha empleado su bellísimo trabajo, sus extraordinarias dotes de armonista concienzudo.
            El coro de aldeanos del primer acto tiene una cierta semejanza con el coro de hiladoras  del segundo acto del Buque fantasma de Wagner, y esto, lejos de ser una reminiscencia que aminore el valor artístico de la obra, viene a corroborar nuestro aserto, respecto de la opinión emitida de su importancia.
            Merecieron los honores de la repetición al final del primer acto, el coro de los pelotaris y la bonita retreta, típica por todos conceptos y que revela desde luego que el autor no ha dejado en olvido la parte estética de los diversos asuntos, prestando colorido a aquellas escenas en que por otro concepto no lo hubieran alcanzado.
            Otra prueba, entre muchas que acusan originalidad, es la preciosa jota, que en nada se asemeja al infinito repertorio de estos aires que posee nuestro teatro lírico y cantos populares, oída con sumo interés por los amantes de la buena música española.
            El terceto de las brujas del acto tercero, especie de danza macabra, es uno de los números más salientes de la obra y de los que mejor interpretación tuvieron hasta el extremo de que el público lo hizo repetir entre unánimes y justificados aplausos. El Zortzico es también una de las bellezas más dignas de tomarse en consideración por el sabor del país en que se halla impregnada y el carácter típico de las provincias vascas.
            El final del segundo acto es magistral pero adolece de falta de desarrollo, sin que podamos explicarnos por qué el maestro Chapí ha dejado perder una ocasión que le hubiera proporcionado añadir una brillante página musical, quizás la más saliente de la obra.
            La ejecución resultó bien en el conjunto, tanto que el señor Llorens estuvo casi a gran altura, conociendo sus facultades. Le recomendamos muy especialmente que declame despacio, y que nos agradezca el consejo en bien de sus condiciones artísticas del porvenir.
            El señor Tormo muy bien en su papel de Tomillo, y nos agradó en extremo el ver que el distinguido tenor cómico, en nada desmintió su habitual gracejo y desenfado.
            Los señores Hidalgo y Sigler dieron un gran realce a sus insignificantes papeles y la señora Montañés, con su discreción y reconocido talento hizo su papel, uno de los más importantes de la obra. La Bruja, señorita Rebull dejó bastante que desear, tal vez por verse obligada a cantar fingiendo la voz.
            La orquesta muy bien, dirigida magistralmente por el señor Cereceda y gran parte del éxito fue debido a sus extraordinarias facultades de verdadero maestro y gran músico.
             La escena presentada muy bien y los trajes con gran propiedad y lujo; el señor Cereceda no ha omitido nada para presentar la obra digna del público de Cartagena.
         Las decoraciones del castillo y el claustro merecieron los aplausos de la concurrencia, tributados al señor Muriel, autor de las mismas.
            Es ocioso añadir como final a esta revista que, el bello sexo tenía una cumplida representación en nuestro coliseo, dejando pasar desapercibidas algunas bellezas de La Bruja, hechizados por otro concepto los espectadores.
El Eco de Cartagena, 05-03-1888

Nueva Junta en el Círculo Artístico Literario

El citado Círculo ha elegido su junta directiva, formada por las personas siguientes:
Presidente honorario: don José Echegaray (por aclamación)
Presidente: don Emilio Sánchez Pastor (por unanimidad)
Vicepresidentes: don Miguel Ramos Carrión, don Tomás Bretón, don José Ortega Munilla y don José Mata.
Secretarios: don José Torres Reina, don Moisés García Muñoz,  don José Estremera y don Julián Romea.
Vocales: don Ruperto Chapí, don Tomás Luceño, don Felipe Ducazcal, don Cándido Lara, don Antonio Llanos, don Sinesio Delgado, don Felipe Marañón y don Manuel Nieto.
Tesorero: don Mariano Milego.
Contador: don Federico Urrecha.
Inspectores: don Eusebio Sierra y don Juan Tomás Salvany.
Bibliotecario: don Vital Aza.

La Correspondencia de España, 27-04-1888

Los lobos marinos

           En el Circo de la Riba se puso, por primera vez, la noche del jueves, la popular zarzuela de Aza y Chapí, Los lobos marinos.
           No hay que decir como estaba el teatro…literalmente ocupado por el público que gusta del género cómico.
            La zarzuela mencionada nos la dio a conocer la compañía Cereceda en la última ocasión que funcionó en esta ciudad. Había dejado muy gratos recuerdos de la perfección con que se presentaba en escena la cómica obra y precisamente en esto nos fundamos para decir que Los lobos presentados por la compañía Espantaleón merecen verse y aplaudirse.
          El acto primero, que es el mejor y el más difícil, se interpreta magistralmente escuchando muchos aplausos durante su ejecución.
La señora Pérez de Isaura, tiple cómica que cada vez gusta más y más, da gran vida y colorido a su papel, cantándole con ese gusto, afinación y gracejo que le son tan peculiares.
            El señor Espantaleón como la señora Rosas, sacan mucho partido de los suegros. Los señores Portillo, Galé, Martínez, Fernández y Arance caracterizan a la perfección los cómicos de la legua y obtienen muchos aplausos en el quinteto, que a instancias del público repiten todas las noches.

Los demás artistas cumplen muy bien con su cometido, conquistando aplausos. El concertante final primero, se canta magistralmente.

El Eco de Cartagena, 30-06-1888


Chapí, calificador para las pruebas a la Academia de Bellas Artes de Roma

El Ministerio de Estado ha designado a los señores Conde de Morphy y don Ruperto Chapí para calificar los trabajos de los aspirantes a pensión en la Academia de Bellas Artes de Roma.

El Magisterio español, 20-11-1888
        

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