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Crónica titulada "Desde Villena", publicada en "La Unión Democrática" el 8-9-1883 y que ofrece una visión económica y social de la ciudad

Crónica titulada “Desde Villena”, escrita el día 8 de septiembre y que ofrece una visión de Villena de carácter económico y social.
Publicada en LA UNIÓN DEMOCRÁTICA, diario político, literario de intereses materiales, Alicante, jueves 13 de septiembre de 1883.


“Hablábamos en nuestro número de ayer de los grandes festejos que la ciudad de Villena había celebrado en honor a su patrona las Virgen de las Virtudes, y de la amabilidad que distingue a los hijos de esa culta población, así como de la hermosura de sus mujeres; pero claro está, esto no era todo y formamos el propósito más extensamente de lo que es Villena. Cumplamos hoy nuestro propósito, siguiera sea a vuela pluma, por no permitirnos otra cosa el tiempo de que disponemos.

Villena es una pequeña ciudad con todos sus adelantos y todas sus necesidades, no hay más que visitarla para convencerse de esta verdad. Cuenta con tres casinos, fondas, varios cafés, una imprenta, edificios magníficos formando calles espaciosas y llanas, mereciendo especial mención, de los edificios, las Casas Consistoriales, la iglesia parroquial de Santiago, cuya elevada torre descansa sobre el arco que forma la puerta de la sacristía; las cárceles del partido, el cuartel de la guardia civil y otros que sería prolijo enumerar, y que nos recuerdan la edad de hierro, porque la mayor parte de los edificios señalados, parecen gigantes dormidos, que conocieron el célebre nigromántico marqués de Villena, y que espera su vuelta para despertar. No podía apartar la vista de aquellas moles de piedra ¡ qué idea me inspiraba su aspecto ¡ algunos tiros que los moros festeros tiraban de cuando en cuando contra los cristianos, me traían a la memoria aquellos agarenos que plantaron su sangrienta media luna en España, tomando posesión de ella en nombre de la esclavitud y de la muerte: o más bien, creían ver las formidables huestes de Jaime el Conquistador entrando en Villena para liberarle del moro y reconstruir las rotas y mutiladas estatuas de la libertad.

Dirigí mis pasos a la estación del ferrocarril, contemplé las máquinas y coches allí agrupados; vi las mercancías para ser embarcadas; contemplé sobre mi cabeza el hilo eléctrico que lleva lejos la noticia que facilita una transacción mercantil; y bendice la civilización y el progreso. En los tiempos pasados la ignorancia se hallaba en armonía con todos los otros males, y aun ayudaba a sobrellevarlos; impedía el ver los goces  de que no se podía disfrutar, y por consiguiente, amortiguaba los deseos quitando las esperanzas. La libertad ha venido después a dar a conocer el árbol de la ciencia con su dulce y su amargo. Llamados los hombres de todas clases a ejercer las funciones públicas de un gobierno liberal, y a adquirir cuantas riquezas pueda proporcionar la industria, solo por medio de la instrucción podrá hacerse merecedor de estos dos factores del destino. No son ya los hombres de hoy esclavos feroces, a la par que tímidos y desidiosos, que no conocen más que la inacción para consuelo del trabajo y el robo por suplente de la propiedad; sino hombres activos, sensatos, industriosos, constituidos en orden social, escuelas públicas, un cultivo muy adelantado. En fin, una organización sencilla y ordenada. Buena prueba de esta verdad es Villena, unida hoy por medio del ferrocarril a la capital, de la que dista 50 kilómetros, y estrechando mañana sus lazos fraternales con Alcoy, para bien de ambos, y también gracias al ferrocarril que se inaugurará en abril próximo; buena prueba el excelente cultivo que tiene todo el término de Villena, no debido a brazos esclavos, sino al sudor y esfuerzo del hombre libre; buena prueba lo que es Villena hoy, comparada con lo que era y representaba en otro tiempo con sus señores feudales y sus torres y fortalezas amenazando con la fuerza a los cristianos, y más tarde tomando parte activa en las revueltas populares, promovidas por la ambición de reyes y de príncipes mal avenidos. Aquella ciudad altiva y guerrera, circunvalada por murallas y protegida por los baluartes, ha desaparecido para dar lugar a la Villena del siglo XIX, rica próspera y feliz, viendo en el mejor estado su agricultura, obteniendo abundantes cosechas de granos, vinos y aceites; renaciendo su industria que se ocupa en tejidos de hilo y lana, en molinos de harina y aceite, fábricas de aguardiente, minas de cobre y de carbón de piedra. Carecía de buenas vías de comunicación, y hoy está dotada de ellas, pues aparte del ferrocarril que la une con la capital y de que dejamos hecho mérito  tiene las carreteras del Estado que dirigen a Madrid, Valencia, Alicante y Alcoy, y muchos caminos que le ponen en comunicación con el resto de la provincia.

Los estrechos límites de una carta no permiten dar a los lectores de LA UNIÓN idea detallada de lo que he podido apreciar por mí mismo en Villena, durante los días que he permanecido en ella; bastan sin embargo con lo apuntado para comprender el floreciente estado en que se encuentra esa población.

Ahora un deber de gratitud me obliga, aparte de este orden de consideraciones, a dedicar un recuerdo en estas mal pergeñadas líneas  a mis buenos y particulares amigos D. José Navarro Galiana, D. Victoriano López, D. Manuel Golf, D. José Mª Soler y D. José Menor, que durante mi corta estancia en Villena me han colmado de obsequios y atenciones, a que no sé como corresponder.

De política no quiero decir una palabra, aunque mucho podría decirse; prefiero cerrar esta carta con un adiós a mi querida hermana T y mis sobrinas y así lo hago… pero, ahora se me ocurre un final mejor y lo pongo; es este: Villenenses, adelante por el camino del progreso, el ignorante sigue la rutina de sus abuelos; cualquier innovación le parece un crimen o un riesgo; dando por el contrario la instrucción al hombre de ideas, le predispone a una confianza mayor, y por consiguiente a la imitación y a la perfección; pueblos que como Villena cuentan con un Chapí, es decir, con una celebridad en el mundo del arte, deben vivir la vida de la inteligencia, la vida del espíritu, la vida de los grandes pueblos que olvidándose de las miserias terrenales, se perfeccionan para acercarse al gran arquitecto del Universo”.

Rafael Sevila, Villena, 8 septiembre 1883

Fotografías del archivo de veliusycía







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