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Visita en Semana Santa a los "Monumentos" - Villena, 2016 y Acerca de los Oficios Litúrgicos




LOS OFICIOS LITÚRGICOS DE LA SEMANA SANTA
            A lo largo de los siglos, los Divinos Oficios del Jueves, Viernes y Sábado se han celebrado a otras horas distintas de las que se celebran en la actualidad. Seguidamente haremos un repaso de algunas fechas y curiosidades acerca de los mismos.

Del  libro titulado Oficio de la Semana Santa y Semana de Pascua, traducido al castellano por el Doctor don Josef  Rigual, Presbítero, Canónico de la Iglesia Colegial de Santa Ana de Barcelona, e impreso en el año 1792 destacamos los siguientes apartados:

Del prólogo para el Jueves Santo, destacamos:

En estos tres días nuestra Madre la Iglesia se entrega enteramente al dolor y quebranto por la muerte de Jesucristo su esposo: No pone en la boca de sus hijos, ni Himnos, ni Cánticos de alegría, y alabanza; sino Salmos, Lamentaciones, Profecías, y Evangelios que nos refieren la Pasión y Muerte de nuestro Salvador.
Les exhorta a imitar el singular ejemplo que nos dejó en el Lavatorio de los pies: les acuerda en la ceremonia de desnudar los altares… y finalmente en las ceremonias de apagar las velas, de esconder una y de sacarla después encendida, y en el ruido que se hace al fin de los Maitines les representa las tinieblas que cubrieron toda la tierra…Estos sentimientos infunde nuestra Madre la Iglesia en los corazones de sus hijos…y participen de los resplandores de la gloriosa resurrección del Señor.

En el prólogo para el Viernes Santo, se indica:

La Iglesia en los Oficios de este día nos enseña, que la sangre que derramó Jesucristo en la cruz por nosotros…son el medio más poderoso para alcanzarnos el perdón de nuestras culpas.
Esta esperanza nos infunden la Profecía de Oseas y el primer Tracto sacado del Profeta Habacuc…La Iglesia nos pone a la vista el Cordero de Dios inmolado en la Cruz. Todo lo vemos cumplido en el Evangelio de la Pasión, según lo refiere San Juan: y para que empecemos a practicar los saludables documentos que nos dio el Señor desde la cruz, ruega la Iglesia en las oraciones que se dicen, por toda clase de personas sin excluir a sus mismos enemigos…

Y como último, el prólogo dedicado al Sábado Santo y entre otras cosas nos dice:

En el Oficio que corresponde a éste día celebra la Iglesia la memoria del Cuerpo de Jesucristo en el sepulcro… y en el Oficio, que antiguamente se celebraba en la noche de Pascua, y la Iglesia lo ha anticipado en la mañana de este Sábado, celebra la memoria de la Resurrección del Señor; por esto deja los vestidos de luto, y toma los de la alegría y regocijo; hace resonar cantos de júbilo; saca nuevo fuero; enciende el Cirio Pascual y las lámparas;  para que por este gozo, y por todas estas luces conozcamos aquel día feliz…
Luego en las Profecías instruye a los Catecúmenos, bendice las Pilas bautismales y les administra solemnemente el Bautismo…

En el año 1788, en la imprenta de Benito Cano de Madrid, se imprimió la tercera edición de Instrucciones General en forma de Catecismo, libro escrito en francés  por el P. Francisco Amado Pouget, Presbítero del Oratorio, Doctor de la Sorbona y Abad de Chambon. Los textos fueron traducidos al castellano en el año 1702 por don Francisco Antonio de Escartín y Carrera, con el acuerdo del Excmo. Sr. Don Francisco Antonio Lorenzana, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas.

Destacamos algunos datos interesantes que aparecen en el citado “catecismo”:

En la procesión del Domingo de Ramos, cuando se volvía a la iglesia, la puerta estaba cerrada y había que llamar tres veces a la puerta. Esa acción se realizaba para que nos acordáramos que el Cielo estaba cerrado a los hombres antes de Jesucristo, y que él nos abrió las puertas por su muerte. Debíamos considerar a Jesucristo triunfante del demonio por su muerte.
Las campanas no se tocaban desde el Jueves hasta el Sábado Santo, de esta forma la Iglesia quiso conservar este vestigio de la antigüedad y no llamar a los fieles a la Iglesia durante estos días, sino del modo como los llamaba antes que se introdujese el uso de campanas. Puede considerarse este silencio de campanas como la señal de una profunda tristeza.
Las iglesias se visitan el Jueves Santo en memoria de lo que padeció Jesucristo en diferentes lugares: en el huerto de Getsemaní, en casa de Caifás, en casa de Pilatos, en casa de Herodes y lo que padeció por diferentes personas.
En el Viernes Santo la Iglesia no celebra el Sacrificio de la Misa, puesto que es día está de luto. Es un día destinado al ayuno y a acudir a la adoración de la cruz de Jesucristo y además la Iglesia, en ese día ruega por los hombres de todos estados, hasta los judos e infieles, para manifestar que Jesucristo murió por todos los hombres y pedirle para todo el efecto de su muerte.
En estos tres días, a las cuatro de la tarde, en las iglesias se llevaba cabo el conocido como “Oficio de Tinieblas”. Antiguamente este Oficio se celebraba después de medianoche y se recitaban los Maitines. Durante la celebración del citado Oficio se ponía delante del Altar un candelero triangular con quince velas, que se apagaban sucesivamente al fin de cada salmo. El último canto se denominaba Benedictus.
El acto de desnudar los Altares durante estos tres días, se consideraba como una ceremonia misteriosa para recordarnos que Jesucristo fue despojado de su vestiduras al tiempo de su Pasión; y por la misma razón cuando en el día se despojan los Altares, se reza el Salmo XXI que es una viva Profecía de la Pasión y en la cual se citan estas palabras: “Partieron entre ellos mis vestiduras y sobre mi túnica echaron suertes”.
Respecto a la celebración del Sábado Santo, nos indica el catecismo que el Oficio de dicho día se celebra por la mañana, recordando que antiguamente no empezaba el Oficio hasta por la tarde y continuaba hasta muy de noche y estaba centrado en la Resurrección de Jesucristo. Sigue indicando que en otro tiempo se empezaba sábado por la tarde y se continuaba la noche de Pascua. Primero se encendía el fuego, se bendecía el Cirio Pascual, se leían las lecciones de las Profecías y  se bendecían las Pilas Bautismales.


  El Cirio Pascual se encendía durante todo el tiempo de Pascua y el día de la Ascensión se retiraba después de leído el Evangelio donde se refiere que Jesucristo subió al Cielo en presencia de sus Apóstoles. Se indica también que se ponían en él cinco granos de incienso antes de encenderlo. Con ello se representaba la acción de José de Arimatea, de Nicodemus y de los demás Discípulos que embalsamaron con perfumes el cuerpo muerto de Jesús. Se consideran también los cinco agujeros del Cirio en el que se ponen el cinc o granos de incienso, como la imagen de las cinco llagas de Jesús.


En el Oficio del Sábado Santo se bendicen las Pilas Bautismales. Esta bendición se realizaba también la víspera de Pentecostés, porque en todos los tiempos fueron destinados estos dos días para administrar el Bautismo solemne en la Iglesia.

Respecto al porqué la Iglesia había mudado la costumbre de hacer este Oficio por la tarde, responde el texto del catecismo:

El haber anticipado la hora de la comida los días de ayuno ha introducido poco a poco, como diremos después, el anticipar la hora de los Oficios públicos el Sábado Santo, así como los demás días de Cuaresma; pero la Iglesia no por eso ha mudado nada del Oficio antiguo; y las oraciones que se cantan al presente suponen que se canta todo esto por la tarde.

Tras el recuerdo de antaño, nos centramos en Villena y leemos en el periódico El Olivo (órgano de los A. Alumnos Salesianos), de fecha 25 de marzo de 1934, el horario de cultos en las dos parroquias de Villena, con motivo de la Semana Santa.

En la parroquia de Santiago los horarios eran los siguientes:

La Misa del Domingo de Ramos, bendición y procesión de Palmas será a las 9,30 de la mañana.
El Jueves Santo a las 9,30 de la mañana Divinos Oficios y a las 3,30 de la tarde, Lavatorio y Maitines; a las 7 Sermón de la Pasión por el P. Latorre, Redentorista de Valencia.
El Viernes Santo, a las 8,30 de la mañana Divinos Oficios y a las 4 de la tarde, Maitines, Vía Crucis y Procesión Claustral.
El sábado Santo, a las 8,30 de la mañana tendrán lugar los Divinos Oficios.

En la parroquia de Santa María los Divinos oficios correspondientes a Jueves, Viernes y Sábado Santo se celebraron  a las 8 de la mañana.


El Papa Pio XII inició en el año 1955 los estudios preparatorios para la realización de una reforma general litúrgica. Se inició esta obra de revisión con la restauración de la Vigilia Pascual y de la Semana Santa, que constituyeron el primer paso de la adaptación del Misal Romano a las exigencias de la mentalidad contemporánea, decretando para la Iglesia Occidental la reintegración de la solemne vigilia en la noche pascual, en la cual el pueblo de Dios, celebrando los sacramentos de la iniciación cristiana, renueva la alianza con Cristo Resucitado.

Hasta entonces, el Sábado Santo era conocido como Sábado de Gloria.

La citada reforma de la liturgia entró en vigor en el año 1956. Básicamente pretendía retornar a los ritos de la antigüedad cristiana, cuando las funciones se hacían en las mismas horas en que se realizaron los hechos de la Pasión y de paso que pudieran asistir mayor número de fieles. El cambio de horario se inició en la Semana santa del año 1956 afectó también tanto, a los Oficios del Jueves y Viernes Santo, que pasaron a celebrarse por la tarde entre las 4 y las 7 aproximadamente  y la Vigilia Pascual del Sábado Santo, entre las 10 y las 11 de la noche.

(Información que hemos contrastado con los programas de la Semana Santa de Medina de Rioseco correspondientes a los años 1952 y 1956).

La citada reforma tuvo su culminación en los años siguientes, tras la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965), que sentó las bases del Nuevo Orden Litúrgico que se implantó a partir de entonces. Uno de los cambios más importantes fue la sustitución del latín por la Lengua de cada estado, a la vez que se produjo una gran simplificación de los ritos.

Es muy interesante conocer que, al término de la Misa de Jueves Santo «In Coena Domini», que conmemora la institución de la Sagrada Eucaristía y del sacerdocio de la Iglesia, el tabernáculo queda vacío en memoria de la muerte de Jesús. Se hace entonces la reserva del Santísimo Sacramento en un lugar especial, tradicionalmente denominado «Monumento».

De esa manera, desde la noche del Jueves Santo hasta la celebración de la Vigilia Pascual, los sagrarios de todas las iglesias quedan sin hostias consagradas, para mejor simbolizar la ausencia de Nuestro Señor “crucificado, muerto y sepultado”. No obstante, con su insuperable tacto maternal, la iglesia introdujo en esos días la costumbre de guardar o reservar en un lugar aparte las hostias consagradas, necesarias para administrar la Eucaristía a los fieles que desearan comulgar en Viernes Santo. Fue ése el origen remoto de la ceremonia del traslado del Santísimo Sacramento al “Monumento”.

Más tarde surgió la costumbre de visitar siete Monumentos, en la tarde noche de Jueves Santo y en la mañana del día siguiente. Se sabe que esta excelente forma de unirse al Salvador en su Pasión fue introducida en Roma en el siglo XVI por San Felipe Neri, fogoso apóstol que atraía multitudes, para contrarrestar la decadencia moral acarreada por el Renacimiento. Él tuvo la idea, secundada por Papas y numerosos cardenales, de organizar visitar a siete históricas iglesias romanas: las cuatro Basílicas principales (San Pedro, Santa María Mayor, San Pablo extramuros y San Juan de Letrán) y las iglesias de San Lorenzo, Santa Cruz y San Sebastián.

Rápidamente la costumbre se propagó por todo el orbe católico. En las más diversas ciudades se realizaban os venerables cabildos en sus catedrales, los presbíteros en sus parroquias, los religiosos y especialmente las monjas de clausura en sus iglesias, se disputaba cada cual la mejor manera de glorificar la presencia real en el Monumento. Para ello decoraban los tabernáculos con la mayor riqueza y esplendor de que eran capaces, obras que conjugaban el arte, la devoción y el ingenio, algunas verdaderamente monumentales, para cobijar al Rey de Reyes.

Ya fuese por verdadera piedad sacramental o a veces por fervor de simple tradición, los templos y calles se llenaban de feligreses, en un trajín que transformaba la noche en día. Tal costumbre ha llegado hasta nosotros.

El Santísimo suele ser llevado al “Monumento” bajo palio y se le suele alabar con el cántico eucarístico “Cantemos al amor de los amores…”.  

Joaquín Sánchez Huesca




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